Afirma el famoso investigador Hercules Poirot, protagonista de la última película de Kenneth Branagh –Asesinato en el Orient Express-, que la clave del éxito de sus investigaciones es algo tan aparentemente sencillo como la observación metódica y escrutadora del mundo que le rodea. Para él cada persona y objeto de los que pueblan la realidad, tanto la suya como la de los casos en los que interviene, ocupa un lugar preciso y muestra una posición determinada, desde el nudo de una corbata, recto y bien hecho, hasta la forma en la que un cristal se rompe. Ese es su secreto, puesto que posee la capacidad de advertir al instante, con solo un vistazo, qué es aquello que aparece descolocado o no ocupa su lugar, se echa en falta donde corresponde o sorprende en otro sitio que no conviene a su naturaleza o al porqué de su existencia.
Afortunadamente, Hercules Poirot también sabe y entiende, aunque reconoce que le cuesta aceptarlo, que hay situaciones extraordinarias en las que los comportamientos humanos no se corresponden con los previsibles, adecuados, convenientes o justos, dando lugar a sucesos y situaciones anómalas o que alteran el orden natural de los acontecimientos, o los modifican sustancialmente. Ese azar, incertidumbre o imprevisibilidad humana, como elementos y circunstancias que, juntas o por separado, intermedian en los hechos y escenarios en los que el hombre tiene que ver o directamente interviene, obligan en alguna que otra ocasión, aún a su pesar, a ser en cierto modo indulgente y no excederse en la determinación y carácter irreversible de sus conclusiones, ya que seguirlas a rajatabla conllevaría menospreciar esa cualidad, gracia, o admirable corazón que hacen del hombre algo tan valioso y fuera de razón. En ese caso, el ordenamiento tan necesario para el buen desarrollo y armonía de las relaciones humanas puede ser extraordinariamente obviado, temporalmente suspendido e incluso subvertido en aras de un futuro y un mundo previsiblemente mejores.
Es entonces cuando el concienzudo investigador Hercules Poirot se hace a un lado, o se excusa; o simplemente desaparece por las buenas, ya que su meticulosidad y estricto sentido del deber serían contraproducentes o funcionarían como una desafortunada inconveniencia, un exceso de celo. Porque cabe la posibilidad de que lo que en principio fue la brillante resolución de otro caso más permanezca en la memoria de las personas implicadas o afectadas como la desgraciada consecuencia de la obsesión de un detective, un empeño inconveniente, demasiado estricto o simplemente egoísta. Resolución que, no obstante dar carpetazo al caso, ya no puede alterar el desarrollo y resultado final de lo sucedido y si provocar, casi con toda seguridad, más perjuicios y personas desgraciadas que beneficios futuros.
Aunque no todos sabemos o disponemos de la agudeza necesaria para advertir cuando nuestra palabra, consejo o presencia han de hacerse respetuosamente a un lado y tratar de pasar desapercibidos. Otro buena película que se mueve por derroteros similares es Gone Baby Gone -en España Adiós, pequeña, adiós. La sensación que le queda al espectador después de verla nunca es del todo satisfactoria.