Alguno de esos periodistas tan dados al envoltorio sensacionalista a la hora de adornar una noticia sin chicha ni entidad, esos que suelen echar mano del momento histórico hasta cuando sale el sol, podría advertir el momento histórico -perdón- en el que se halla la política española. Por primera vez en esta democracia el partido de los franquistas reconvertidos en demócratas de boquilla -el partido autodenominado popular, para quién todavía no lo sepa-, puede quedarse al margen del gobierno de este país, y digo al margen porque tampoco vale ni como oposición; su parálisis es antológica y su podredumbre ya pasa de endémica. Y quien hasta ahora solía hacer de oposición no puede gobernar porque necesita a alguien más para sostenerse. También se da la circunstancia de que por primera vez en este país existen una derecha democrática y una izquierda que no es la socialdemocracia de salón del partido socialista. Y para rizar el rizo también existe la posibilidad de organizar un gobierno que, al margen de maximalismos de cátedra o de arengas populistas como brindis al sol, pueda definitivamente dar con las condiciones para organizar de una puñetera vez una política de Estado que de sentido y un objetivo común a la gente de este país. Y para ello basta con estar sentado a la mesa, hoy existe esa posibilidad, porque quién no sea capaz de dejar a un lado posturas intransigentes, odios irreconciliables y venganzas juradas sólo le quedará volverse a los suyos, pobres imbéciles, y seguir engañándoles con la cantinela de que en el fondo la razón está de su parte y como de costumbre han de volver a la oscuridad de su ombligo para de nuevo ver pasar el tren desde los márgenes de la historia -perdón por esta pretenciosa sandez.
Ya está bien de quejarse por lo que otros hicieron, lo hecho hecho está, lo venimos sufriendo y no tiene sentido volver a mirarlo del derecho y del revés para repetir que no tiene solución. Ahora es cuando quienes han venido gritando en contra en la calle tienen la oportunidad de sentarse a la mesa e intentar rehacer lo que está mal o no funciona como debiera. Porque si los ciudadanos somos capaces de ponernos de acuerdo y llevar adelante en el día a día y al margen de nuestras ideas políticas particulares, desde comunidades de vecinos a cualquier tipo de asociación y que éstas funcionen, no sé por qué no pueden hacerlo quienes se pretenden políticos y quieren hacer política. Siéntense y comiencen a gobernar, porque creo que es ahora o nunca, y siempre es mejor estar sentado en la mesa dónde se decide el presente y futuro común que regresar a gritarles a sus fieles -eternas víctimas de la incompetencia de sus representantes- las mismas vacías e inútiles consignas en el yermo del autodestierro. Y déjense de líneas rojas y prioridades irrenunciables -es probable que las suyas y las mías tampoco coincidan-, den un paso adelante o regresen a las cloacas para siempre.