Tópicos

Todo lo que viene sucediendo últimamente en los aledaños de la política sin ser todavía política y las innumerables opiniones que está provocando, como suele, más en contra que a favor, más en contra por lo que significa oponerse por principio -que no juzgar, cuestionar o enfrentarse con razones- entre quienes supuestamente ven amenazado su puesto y privilegios porque los nuevos vientos parecen traer bajo del brazo un asomo de cambio de una política y una economía que simplemente parece que funcionaban porque ya estaban aquí, es completamente revitalizador. Este trajín, decía, viene siendo durante estos meses lo que comúnmente llamamos nuestro día a día, algo semejante a una gran sala de espera que muchos vienen sufriendo con recelo, o temor. Mientras, aguardamos unas órdenes, leyes y plazos estipulados -entre ellos las elecciones- mediante los cuales el propio sistema se autoreproduce, lo que no quiere decir regenerarse, esto último no sucede porque muchos están convencidos de las dificultades o imposibilidad de vencer la cansina inercia del desgobierno actual, se sienten cansados e impotentes, o viejos, o más temerosos que el resto, vencidos por principio, sin, a día de hoy, ni siquiera un hueco para la esperanza. Porque eso es lo que traen los nuevos vientos, una simple esperanza -todavía sin planes u objetivos definidos-, una esperanza en la que parece caber de todo y que, sin embargo, es sentida por gobernantes y fieles como una auténtica amenaza con demasiados rostros, conocidos o hasta ahora desconocidos, provocando un más que evidente nerviosismo e incertidumbre general que, ya sólo por eso, son más que beneficiosos. Porque, aunque no lo creamos, las cosas son muy fáciles, si estamos viviendo un presente que no nos gusta o no creemos nuestro ¿qué mejor que preguntarnos por él? y ¿si uno no es feliz en él porque no le acaba de gustar qué mejor solución que intentar cambiarlo?

Este revuelo entre los sirvientes, parásitos y mantenidos del poder ante unas preguntas tan básicas y elementales es importante. Para muchos no deja de ser una sorpresa que la simple tentativa de cuestionar lo que hasta ahora se había dado por hecho arme tanto alboroto, tantas reticencias y risas flojas entre unos politicastros habituados a nuestra dócil obediencia, tipos que decían gobernar sin preguntas ni aspiraciones comunes, una continua y fatídica rutina que ellos solían llamar actualidad o presente, sin principio ni fin, bastante alejada, por ejemplo, de esos movimientos, cambios y revoluciones que pueblan la historia, esa asignatura que alguna vez estudiamos de pequeños y algunos todavía estudian y que suele hablar de épocas pasadas pobladas de personas muertas a las que es imposible preguntar y que cargan con el inconveniente de otros tiempos que, desde aquí, parece que nunca hubieran sido presente; es como si en los libros de historia se hablara de marcianos, de pueblos, guerras y revoluciones como metáforas inventadas por eruditos o manipuladores para mantenernos entretenidos o quietos a la vez que ajenos o indiferentes a nuestro propio presente, porque, curiosamente, nosotros somos incapaces de vernos como sujetos de la historia, nos resulta hasta extraño, constreñidos en nuestras pequeñas vidas individuales y enfrentados a un sin fin de carencias y dudas que nos ocultan la realidad común, aunque realidad y presente sea lo que pasa ante nuestras narices, nos califica y, sin embargo, nos estamos negando a vivir, y en estas se nos pasa el tiempo, en creer qué sin saber cómo.

Sueños y esperanzas, denuncias, realidades y presentes posibles quedan abandonados o pendientes en un limbo del que no nos atrevemos a sacarlos porque el mismo temor al cambio nos paraliza, la posibilidad de que mañana amanezca diferente es todo un incordio cuando nos hemos habituado y obligatoriamente necesitamos que mañana sea igual a hoy con tal de irnos a la cama tranquilos; y esa tranquilidad que creemos necesitar para dormir es la que desgraciadamente nos está matando cada día un poco más.

Así pues, obedientes, rezaremos para que todo permanezca tal y como hasta ahora, nos convenceremos de que, después de todo, lo poco que tenemos no está tan mal, nos consolaremos mientras llegan las elecciones y entonces, ese día, dudaremos y tal vez nos retractemos antes que ser sinceros con nosotros mismos y atrevernos de una vez por todas con nuestro presente. Tratar de no enfrentarse al presente es otra forma más de hacer presente, pero en este caso por abandono, es un vivir fingiendo que no se está del que nos gusta culpar a otros, por impotencia, miedo o indiferencia. Mañana, los libros de historia o las páginas web que muestren cómo eran los hombres a principios del siglo XXI puede que no digan nada honroso de nosotros, pero ¿a quién le importa eso hoy? mañana no estaremos aquí para responder. O tal vez seremos vistos como valientes porque fuimos capaces de cuestionar e intentar dar la vuelta a nuestro propio presente, protagonistas de él, con todo el derecho del  mundo puesto que era, es, el nuestro…

Esta entrada fue publicada en Uncategorized. Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario