Vida salvaje

Hay en algunas empresas públicas -desde hace algún tiempo, e ignoro si también los sufren y en qué modo las privadas- tipejos de más o menos treinta y tantos, o cuarenta, con estudios de cualquier cosa ni muy difíciles ni muy especializados, que han accedido al puesto porque conocían a, pertenecían a, les colocó tal o pusieron la zancadilla a, con cuatro nociones básicas de gestión y ninguna experiencia o mínimo conocimiento de la labor a la que se dedica la empresa que les paga, y que suelen disponer a su antojo sin que nadie les diga que van desnudos y se les ve la correa que les sujeta el cuello y la razón. Son perros de presa adiestrados para ladrar a diestro y siniestro, y llegado el caso morder -según la voluntad o catadura del amo de turno-, a los que no les importa enmierdarse con tal de sentirse jefes sin serlo -¡ah! eso de ser jefe-, les excita, y si pueden mostrar restos de sangre mucho mejor, dan prestigio; pero que nadie les pregunte por qué, para qué o con qué fin hacen lo que hacen. A la pregunta pertinente callan o se excusan porque son incapaces de reconocerse como unos simples mandados haciendo las veces de sicarios sin armas, unos muñecos elegidos ex profeso para, sin pensar ni preguntar, hacer el trabajo sucio. En los tiempos que corren su mayor aspiración es mandar a la calle a todo empleado mayor de cincuenta años -da igual sus cualidades, efectividad y experiencia- y poner en su lugar a jóvenes de veinte que van a hacer lo mismo, cobrar menos de la mitad y pueden manipularse mejor -es textual-. Sin tener que llegar a las manos ni acordarse de los padres de estos señores, que los tendrán, es curioso que tipos que parasitan de una empresa a otra porque probablemente no dan para mucho más se apliquen con tanto fervor -en algunos casos con visible violencia- en liquidar lo que ha funcionado sin ellos y actualmente no lo hace porque no hay absolutamente nadie que sepa ni quiera hacer que funcione, no porque no haya soluciones sino porque económicamente no le interesan a sus patronos.

Lo más triste e importante de todo esto no es que los mayores de cincuenta pierdan el trabajo -con serlo de veras-, lo peor es que los más jóvenes y mucho mejor capacitados que vienen por detrás tengan que sufrir a estos sinvergüenzas y sus despropósitos por la estúpida razón de que nacieron después, enfrentándose e intentando sobrevivir a un futuro empeñado al capricho de tales fieras… aunque, ahora que caigo, esto me recuerda a los documentales de vida salvaje que a la hora de la siesta muestran cómo leones en su plenitud se dedican a irrumpir en territorios ya ocupados por otros de su especie, matar o expulsar al macho dominante -inevitablemente mayor que ellos- y devorar a sus hijos para quedarse con su parte de la sabana y todas las hembras… viene a ser más o menos lo mismo que estaba escribiendo más arriba pero, si no recuerdo mal, los leones son animales salvajes, por tanto irracionales, bestias que viven en función de unos apetitos básicos, comer y reproducirse, y nosotros los humanos presumimos de haber creado una sociedad racionalmente compleja de vida en común en la que existe un respeto mutuo universal y todos disponemos de momentos y lugares para intentar ser felices sin devorarnos unos a otros… o ¿me estoy equivocando de animal?… sin embargo, aquellas fieras humanas obedecen a leones viejos a los que profesan un miedo irracional…

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