Quizás las palabras de la presidenta de la comunidad madrileña cuando se refirió a los que limpian sus casas, es decir, a quienes vienen a este mundo, y a este país, a limpiar, largamente comentadas a diestro y siniestro no sean lo más importante, que también, puesto que decir en voz alta lo que uno piensa y cómo piensa siempre es interesante a la hora de saber con quién te juegas los cuartos, incluidos los que limpian, no sea que luego, entre risas y confianzas no debidas, a estos últimos les dé por pensar que son uno más que vota y por lo tanto puede exigir como cualquiera. Es lo que tienen las democracias, que nos ponemos a predicar que todos somos iguales, más o menos lo que dicen los cristianos que somos a los ojos de su dios, y luego en realidad las cosas no son de ese modo. Según. Cada cosa con cada cosa, sin aturullarse.
Porque podemos suponer, imaginar y hasta llegar a la luna según lo que vemos a nuestro alrededor y en qué nos fijamos. Pero fijarnos en lo que nos fijamos y tener en cuenta lo que tenemos en cuenta tiene más que ver con nosotros, qué nos creemos y cómo nos consideramos, que con el objeto de nuestras opiniones, vale, también deseos, pero se trata de otra cuestión, aunque tampoco, bueno, sí, porque uno se puede fijar en un coche de cien mil euros que le apetece comprarse y otro en un patinete eléctrico para perder menos tiempo acudiendo a los lugares donde limpia.
Si olvidar que no basta con parecer sino que también hay que ser y pensar cómo, aunque no siempre, es decir, hay que saber disimular, aparentar, hacer como si pero no, porque reservándote una parte, o la totalidad, dispones de un tiempo extra para mostrarte y/o actuar. Mejor la boca cerrada. Pero están los actos, que para el caso también vienen bien, porque y si es preciso después siempre es posible obviarlos, retorcerlos y, llegado el caso, hacer como si no hubieran existido, dejando a todos aquellos que los vivieron y sufrieron con un palmo de narices. Llega un momento en el que el cálculo y la astucia imponen su programa y es mejor cuidarse de hacer y comportarse según dónde y con quién, ni que decir tiene que también cómo.
Pero tanto cálculo solo es necesario por un motivo y en una dirección, como en el caso de la presidenta, a ver, no se confunda, las cosas son como son y usted ocupa el lugar que ocupa. Así que mejor intentar pasar desapercibido, no sea que aquello de sentirse libre se suba a la cabeza y pidamos lo que creemos que nos merecemos, error, no se trata de eso, sino de lo que nos den. Y gracias. No nos pase como al fiscal general, que no le tocaba estar donde estaba y se le monta un pollo mediático-judicial del copón con tal de ocultar, olvidar o que no se sepa el origen de ese extraño fregado, que el novio de la presidenta defraudó a la hacienda pública, como el mismo buenamente reconoció, tras enriquecerse como comisionista a costa de las necesidades sanitarias del país -como tantos otros, dirán lo que mueven el cristal variando el color a través del que nos dejan mirar.
Quienes parecen haber entendido bastante bien este cacao, además de los que limpian, que lo cogieron a la primera, son esa gente joven que vota a la extrema derecha y creen que las dictaduras son buenas, bueno, según; al menos reconocen que son incapaces de pensar por sí mismos y entenderse con el que no piensa como ellos, necesitan que les guíen, ideas, exactamente no, política tampoco porque no tienen ni puñetera idea de qué va la política -pobres mandando y corrompiéndose en el poder-, mejor Rosalía, más espiritual y fácil de dar la vuelta; porque lo que necesitamos, de verdad, es la paz de los ignorantes y a-dios. Por eso siempre están bien los toques de atención, así, como por casualidad, ni siquiera subliminales.
Cuando comenzaba estas letras hablaba de decir, o no, públicamente lo que uno piensa, según, y utilizaba el ejemplo de la presidenta madrileña, porque siempre es mejor, evitando con ello conflictos y algún que otro equívoco, advertir al resto del lugar que se ocupa, tanto ellos como yo, en el que me incluyo y estoy. Porque puedo, a ver, están los que limpian, pobres, los que defraudan, pobres, también, los que no saben que no saben -¡qué decir de estos!- y los que se dedican a poner a cada cual en su sitio haciendo gala de según qué, quién y cómo se mire el asunto. Luego al final seguimos sin tener nada claro, o cierto, que es de lo que se trata, bueno, según.