Otra cosa

El motivo que iba a justificar estas letras era el nuevo fracaso, con el correspondiente y gigantesco desperdicio de dinero que ello ha supuesto, del dueño de Tesla en su megalómana intención de llegar a Marte, que en estos momentos y al saber de la explosión del amenazador cohete volverá a respirar tranquilo por dejarle temporalmente en paz. Aunque realmente no sé si se trata de una noticia. Pero antes he tenido que lidiar con la IA de turno que, en el colmo de la impertinencia, ahora se atreve a sugerirme posibles temas para el nuevo documento que acababa de abrir. Hace tiempo que deje de enfadarme por estas intromisiones depredadoras, ahora estoy intentando controlarlo con las decenas de llamadas telefónicas de números de todo el país a la caza de cualquier consumidor/víctima que responda creyendo que acaba de dar con la oferta de su vida. Porque, pensándolo bien, es más divertido cerrarle constantemente puertas a esta IA tan desvergonzada, aunque también es cierto que podría desactivarla de forma definitiva, cuestión que desconozco y que probablemente me llevaría un tiempo que no estoy dispuesto a invertir en tales menesteres; ya me lo advirtieron cuando intenté hacerlo con la IA del wasap, imposible. Es más reconfortante y satisfactorio comprobar cómo acumula información por su cuenta que yo descarto una y otra vez de forma inapelable; porque lo que tengo claro, y creo que en el fondo nadie lo sabe, únicamente los propietarios del engendro, es que nunca sabremos hasta qué punto supervisa nuestra actividad. Mejor no olvidar que, aunque no la vea, siempre estará ahí. Pero esto último he de reconocer que tampoco es posible, basta con hacer dos o tres búsquedas similares en el buscador, en la siguiente te aparecerá como primera opción el consiguiente enlace que la IA ha organizado par “facilitarte” la búsqueda. Viene a ser como el constante archivo y mapeo de nuestra actividad que el propio teléfono móvil lleva a cabo sea cual sea su estado, porque lo creeremos y aparecerá apagado, pero jamás inactivo.

Y volviendo a las llamadas, me gusta imaginar que habrá quién haya conseguido librarse de las persistentes y acosadoras molestias telefónicas que hemos de sortear diariamente, negociantes y mafiosos intentando atraparnos con sus redes siempre falsas, da igual el ámbito de ese comercio depredador; porque también hemos perdido la benévola etiqueta de consumidor, la algo más respetable de cliente la perdimos ya hace mucho, ahora somos simplemente víctimas, cualquiera que sea la esfera comercial en la que finalmente nos cacen. Como también me gustaría saber qué cantidad de su tiempo ha invertido en librarse de semejante acosos, y probablemente el dinero que le ha llevado lograrlo. Sin la completa seguridad de haberlo conseguido de forma permanente, porque siempre dejamos un rastro y existen infinidad de IA anotándolo prácticamente todo, para luego filtrarlo, empaquetarlo y venderlo.

Solo queda la resignación como sinónimo de derrota. Porque deberíamos haber comenzado denunciando a cualquiera que nos llamara a nuestro teléfono particular sin nosotros haberle dado el número. Algo que siempre olvidamos y en lo que nunca caímos, porque, de cumplirse la ley, solo deberían tener nuestro número de teléfono aquellos a quienes voluntariamente se lo hallamos dado, luego todo aquel que lo guarda y después vende podría ser el sujeto de un buen pleito. Denunciar y reclamar, en primer lugar al operador u operadora que nos molesta, también si se trata de un bot, y después a la compañía a quien representa, lo abala y le paga. Pero nadie se molesta en hacerlo, sino que asumimos como inevitable la molestia, como hemos hecho con otras tantas. Hemos dejado de hacer lo que nos apetece para hacer lo que nos apetece previo aprendizaje y adaptación al medio en el que a partir de entonces haremos lo que nos apetece. Aceptando e interiorizando aplicaciones, métodos y registros que nos obligan a una especie de membresía que en realidad no es tal, sino simple y dura abducción. Porque la IA no olvida, de eso podemos estar seguros.

Al final me he liado y me he olvidado del fantasma de Tesla. Lo dejo para otra ocasión.

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