Identidad

En la revista editada por el Ayuntamiento con motivo de las recientes Fiestas locales, grupos y cargos políticos concretos manifestaban sus buenos deseos a la población, alegrándose por poder disfrutarlas juntos y con salud. Pero al margen de esos buenos deseos, siempre bienvenidos, e independientemente de la sinceridad y el trasfondo que en todos ellos se muestra y algunos subyace de forma importante, llamaba la atención la recurrente cantinela, en unos breve y en otros excesiva hasta el hartazgo, incluso con tendencia a los malos olores, respecto de la identidad, “lo nuestro” o las en muchos casos anacrónicas y reaccionarias tradiciones.

El rollo tradicional es una especie de sambenito repetido hasta la saciedad sin que nadie se moje el culo en lo referente a su significado, o sus intenciones. Tradiciones eran los gladiadores en Roma, que el sol giraba alrededor de la tierra haya por los siglos XV y XVI, posteriormente quemar a mujeres que se atrevían a llevar vidas independientes o juzgar un sistema patriarcal que permanentemente las humillaba y las sometía pegadas al barro, o que los niños trabajaran durante los salvajes inicios de la Revolución Industrial  -y para el alcalde de ese pueblo de Ávila, tan simpático, cantar lo que cantó en las fiestas locales no dejaba de ser una tradición. Tradiciones que se podían multiplicar hasta donde nos viniera en gana. Afortunadamente ha habido personas que no estaban de acuerdo y protestaron, en muchos casos jugándose sus propias vidas, porque aquello cambiara, y en muchas ocasiones lo consiguieron. Gracias a ello estamos aquí ahora, y somos como somos, no como debiéramos pero sí mejor que todos esos dinosaurios pretendiendo que nada cambie.

Afortunadamente siempre ha habido jóvenes generaciones hasta las cejas de las imposiciones de unos progenitores que, más que abrirles caminos y ofrecerles oportunidades, se dedicaban a asustarlos, sujetarlos corto o directamente cortarles las alas con la excusa de que las cosas nunca fueron como ellos pretendían -aquello de más vale lo malo conocido. Cualquier tradición que pretenda perpetuar alguna costumbre en la que un integrante de la comunidad se vea menospreciado o infravalorado debería ser directamente eliminada. Así como aquellas que intentan perpetuar un statu quo inmovilista, anacrónico, jerárquico, clasista o diferenciador.

Respecto a “lo nuestro”, ¿qué es lo nuestro? ¿lo que el rico y poderoso impone porque es lo suyo o le beneficia, o lo que el pobre y sin poder -también sus descendientes- ha de sufrir porque, de un modo y otro, también es lo suyo?

Y ¿qué es la identidad? ¿la persistencia a toda costa de un sistema político, económico y religioso -pura y dura ideología- impuesto por los mismos de más arriba? ¿Es eso lo que se vende en todas las fiestas locales? ¿Vírgenes, bailes, romerías y sumisión? Todavía puede escucharse a capullos y degenerados afirmando que las adicciones al teléfono móvil de los jóvenes desaparecerían de un plumazo con un pico y una pala. Será porque probablemente ellos siguen usando pico y pala y desprecian el teléfono; aunque muchos sí que saben difundir, vía teléfono, sus garruleces.

Por eso, cualquier discurso en el que tan sólo asomen una sola vez términos como tradición, nuestro e identidad como objetivos a conservar y seguir deberían ser sospechosos por reaccionarios, leídos con pinzas y sus autores arrojados al baúl de los trastos viejos. También podemos dedicarnos a bailar, beber, agachar la cabeza y divertirnos porque lo dicen nuestras tradiciones, lo nuestro, nuestra identidad. Y en última instancia, cuando queramos darnos cuenta nosotros también estaremos en la misma posición, aunque no dominante, sino probablemente agotados y vencidos, o directamente frustrados por haber sido incapaces de hacer nada provechoso con la propia vida.

Aunque, bien visto, esto es como la pescadilla que se muerde la cola, si te dedicas a rezar, beber y bailar puede que nunca te des cuenta de lo que sucede a tu alrededor, e incluso afirmes sin empacho que todo va bien, como siempre, con lo que tampoco esta nada mal.

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