Leyendo una noticia sobre el aumento de la cirugía estética vaginal, sus causas, prevenciones y perjuicios, he vuelto a quedarme en blanco, probablemente debido a mi desconocimiento de por dónde se mueve este irracional y desalmado mundo. Inmediatamente después de su lectura he recordado una conversación de hace unos meses que desgraciadamente acabó en discusión. Fue en una sobremesa, cuando alguien comenzó a hablar del depilado corporal, sus beneficios, idoneidad, comodidad o simple gusto -tema este último en el que todo acuerdo parece de antemano imposible. Entonces una mayoría coincidíamos en que el origen de la moda de suprimir todo vestigio de pelo en el cuerpo provenía de la pornografía, una coincidencia interesante puesto que los partidarios de esta opción proveníamos de grupos y actividades muy diferentes, por eso llamaba la atención que, en el fondo, todos estuviéramos de acuerdo a la hora de situar a la pornografía en el origen de la moda. Con el inconveniente, o la inapelable evidencia, de admitir la importancia de la pornografía en esta sociedad occidental, algo que no acababa de aceptar la parte en contra porque, según ellos, no había tanta gente que consumiera pornografía y, en todo caso, seguramente sería algo marginal, sin relevancia a la hora de influir en los hábitos sociales. Nada más lejos de lo que sucede en realidad. Por otro lado, que a uno no le apetezca salir, o salga poco, de su parcela de segura comodidad no le da derecho a afirmar que conoce el mundo en el que vive, y además manifestarlo y tratar de imponerlo en una conversación en la que probablemente solo hará el ridículo con su testaruda insistencia.
La noticia con la que he comenzado estas líneas sitúa el origen de esta, supongo que novedosa, estética vaginal nuevamente en la pornografía, con lo que vuelve a saltar a primer plano una actividad comercial que en público nadie practica, compra o visualiza, pero que es una de las que más dinero genera, si no la que más. Y que precisamente sean las mujeres las que al parecer más se dejan influir por sus prácticas y exigencias no deja de ser relevante porque, en definitiva, se trata de otro giro de tuerca en su contra, tan machista como paternalista, que aquellas hacen suyo sin reparo ni preguntas, con el solo argumento de que de ese modo se gustan más, se sienten mejor o tienen mejores relaciones sexuales.
Ante la envidia que causan las vaginas de las niñas impúberes, tan limpitas y depiladas, y lo que es peor, la no vagina de la muñeca Barbie, no sé si es preciso algún comentario que incida en la madurez de las personas influenciadas y manipuladas por semejante moda. Es cierto que, de un modo u otro, cada cual arrastra algún problema, pero despreciarnos a nosotros mismos, incluso odiarnos, por no mostrar ante el espejo el cuerpo que un consumo tan descerebrado como el presente pretende imponer, evidentemente siempre es culpa del espejo.
Sin embargo, se echa de menos en la noticia que no sean los hombres quienes en su necesidad, u obsesión, por gustar y estar atractivos -también por donde mean-, más demanden la intervención de la cirugía estética, en este caso y como es evidente, del pene, porque hay tantos o más penes que estéticamente dan pena, incluso grima: enanos, minúsculos, grandes, monstruosos, retacos, con las medidas invertidas, torcidos, muy torcidos, birriosos, esqueléticos, grotescos o simplemente asquerosos. Será porque en la pornografía la polla siempre es algo referencial sobre lo que el consumidor solo se detiene de soslayo, incluso metafórico, e indirectamente importante; interesa la mujer del otro lado, la que ves, te mira y disfruta, el miembro con el que disfruta es más bien cuestión de matices, algo muy personal; y ¡qué más da! Presuntamente ajenos a tales frivolidades los hombres evitarán sistemáticamente sentirse afectados, ya no digamos preocupados, por cuestiones y menudencias de mujeres, quizás porque si te fijas, comparas y te preocupas puedes parecer sospechoso ante el resto del género -por algo de tías. Por lo tanto, mejor obviarlo y mantener alta la cabeza porque por algo los ha puesto Dios en la cúspide de la evolución.
En fin, más de lo mismo, confieso que en el fondo desconozco qué piensan esas mujeres de sí mismas y por qué insisten en verse con mirada masculina, tal que un objeto de consumo, más que deseable. O quizás se trate de que no hay nada que ver.