Pensar con el culo

Ahora que está tan de moda colgarle la etiqueta de icónico a cualquier persona, simpleza o acción realizada con el cerebro no viene mal utilizarla para la fotografía que motiva estas letras, aunque, sinceramente, preferiría que no fuera así, pero son los tiempos que corren, los que nos muestran tal y como somos.

Se trata de una fotografía publicitaria de una marca de moda de lujo que posiblemente hoy, domingo, aparecerá en la mayor parte de los diarios en papel. Muestra a una mujer vestida con camisa y pantalón estéticamente irrelevantes, de esos que se pueden encontrar en cualquier establecimiento dedicado a la venta de ropa, hechos en China o manufacturados en algún taller local habilitado como tal sito en una nave industrial fría y destartalada en la que centenares de mujeres se afanan a los mandos de modernas máquinas de coser. Pero en la fotografía publicitaria no aparece una hermosa mujer de bello rostro, poseedora de la totalidad de los anhelos femeninos cuando ellas se miran al espejo y ellos se emboban soñadoramente antes de descender a la realidad de que la suya nada tiene que ver. Tampoco la modelo se muestra de frente, como cualquiera que no se dedique al negocio publicitario pensaría, sino de espaldas, más, de culo, porque es un culo más que generoso, diría que abusivo, el que ocupa el centro de la fotografía, el motivo principal de todo lo tangible e intangible que en ella se incluye. Una imagen que, nada más verla, me recordó a los Los Simpson y el episodio en el que el inodoro se estremece de terror cuando Homer desciende sobre él para hacer lo que todos hacemos en semejantes circunstancias, soltar mierda, el culo de la fotografía también, y puede que tan apestosa como el que más.

Y como lo realmente importante es el culo y sería demasiado atrevido, y absurdo o anodino, mostrar únicamente un orondo trasero que ocupara toda la imagen, no diría nada, aunque sin duda sea lo más importante, aparece en segundo plano la dueña del mismo; una señora de rostro vulgar y corriente, evidentemente secundario, que vuelve la cabeza para decirle al cautivo admirador o admiradora que aquel pandero pertenece a una persona humana.

Que supuestas marcas de lujo elijan un culazo para publicitarse dice mucho de los tiempos que vivimos. Nada de bellezas, clásicas o modernas, rostros atractivos, directamente bellos o peculiares en su originalidad, ni cuerpos más o menos esbeltos, aún en contra de una gran parte de la humanidad que tiene que acarrear con el que tiene porque no le queda más remedio, sino culos, traseros, asentaderas, panderos, pompis etc. Pero no culos corrientes, rectifico, culos más o menos proporcionados al cuerpo que los porta y soporta, sino más bien excesivos, o directamente desproporcionados que también me recuerdan a esos culos que aparecían en los tebeos infantiles, caricaturas de personajes femeninos pequeños y con culos enormes; imagino que una cómica deformación del tipo que más pululaba por el país.

Hablamos de supuesta moda que cuesta mil veces más que cualquier otro pantalón exactamente igual encontrado en cualquier mercadillo de las afueras en cualquier pueblo de este país. Y que presuntamente las mujeres, prefiero ignorar el número, suspiren por culos tan grotescos no deja de ser casi alarmista. Luego el culo ha pasado a convertirse en la parte más importante de la especie, mostrando el camino hacia cumbres de felicidad y progreso inimaginables, por el que se sacrifican millones de seres humanos, unos para meterle mano y otras por poseerlo, cuando no deja de ser esa parte con la que descansamos en la tabla cuando necesitamos evacuar.

También es cierto que para muchos humanos el culo es la cara del sexo, pero hay culos y culazos, y que yo recuerde con el culo no se suele pensar, como tampoco muestra las bondades, físicas o intelectuales, de su poseedor. Excepto en la actualidad, porque hoy es indudable que pensamos con el culo.

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