Deborah Harry decía hace poco en prensa que envejecer no es para cobardes, con lo que estoy completamente de acuerdo. Es lo que hay.
Como tampoco tiene sentido omitir, quitarse o no celebrar años porque significa que uno es cada vez mayor -¿acaso nadie te dijo de qué iba esto? Y de seguir así las inconveniencias probablemente se multiplicarán y tu propia vida se te hará, si no más difícil, si más insoportable; y hasta puede que comiences a arrastrar un problema de inmadurez al que no sabrás enfrentarte y quitártelo de encima. Da igual el año a partir del cual el miedo a la edad comienza a hacer estragos en tu cabeza, y lo más obvio es que cuanto antes lo asumas y te enfrentes a ello más feliz serás. Pero supongo que cada uno es un mundo, y pude haber mundos tan oscuros, resentidos y retorcidos que directamente darán miedo.
También es mejor pensar a nuestro favor por el tiempo vivido, no como una carga, sino en todo lo vivido, tanto lo contable como lo no contable, lo discutible, absurdo, nocivo, peligroso y, como no, en los tiempos felices; mejor que atascarse en el tiempo que hipotéticamente queda por vivir, tiempo siempre intrigante -y atractivo- y hasta peligrosamente desconocido.
Otra cosa que te permite el transcurrir de los años es reconocer por fin la infinidad de errores que cometiste, desde los más triviales y estúpidos a los más trascendentales o vergonzosos, las indecisiones, las malas decisiones, los brotes de soberbia y pura ignorancia -como para estar al tanto de los errores y problemas de los demás-; o cuántas veces te comportaste como un cabrón. La mayor parte de lo sucedido ya no tiene remedio, tan solo queda contemplarlo desde la distancia, ser justo cuando toque e indulgente a la hora de reconocer que entonces uno no daba más de sí. Tomar como un regalo esta nueva perspectiva asumiendo y reconociendo los motivos, equivocaciones o actos impropios que te llevaron o abocaron a aquello. Empezando siempre por uno mismo, luego lo que atañe a los demás, si lo hay, menos importante porque el otro no eras tú y bastante tenías con bregar contigo.
Con todo esto no creo que diga nada nuevo, cualquiera que haya dedicado unos minutos a reflexionar sobre sus pasos habrá de reconocer lo inapelable del transcurso del tiempo, que lo hecho, hecho está, que es falso aquello de no es lo que parece y que desde la distancia muchos enredos probablemente tampoco eran para tanto, en parte porque la solución siempre estuvo ahí al lado -incluido que no supiéramos verla-, y era más simple de como finalmente se desarrollaron los acontecimientos.
También pueden verse las personas que se han ido quedando atrás, por lo civil o por lo criminal, da igual, y que en todos los casos seguro que siempre se pudo hacer algo más por nuestra parte, pero entonces, testarudos y empecinados como de costumbre, no estábamos por la labor -nos ocupaban otros problemas tan irresolubles que en más de una ocasión el tiempo se los llevó de un plumazo-; o simplemente no teníamos ni puñetera idea de cómo meterle mano. Luego se hizo lo que se hizo o sucedió lo que tenía que suceder, y si toca pedir disculpas por ello no hay ningún problema -nunca es tarde. Sin olvidar que cualquier carga que no aporte nada al presente es mejor dejarla a un lado, y si es posible olvidarla.
Una vez despojado de todo lo superfluo, generalmente más de lo que imaginábamos, y con el inconveniente de que siempre habrá más que irá surgiendo según y cómo -uno no acaba nunca de escarbar en su cabeza-, igual quedas ligero como una pluma, con poco o nada que perder, como una jornada de puertas abiertas en la que admitir lo que vaya viniendo con paciencia y una sonrisa. En tu haber, si has sido sincero, seguramente acumularás un buen puñado de argumentos que te ayudarán a explicar, discutir -si viene al caso- o, en el peor de los presagios, argumentar con el único objetivo de llegar a una salida clara y limpia; sin orgullos ni testarudeces que no conducen a ningún sitio, en todo caso a enmierdar todavía más las cosas, y para eso mejor dejarlas como están.
Todavía estás, tienes -lo que tengas y dure- y compartes, pues a disfrutar.