Estas letras surgen a partir de una conversación en la que una de las partes se cree en un nivel y con una razón superior, más importante y definitoria que las otras. Mal asunto.
No deja de resultar curioso que personas que ignoran las numerosas y diarias muertes de otras como ellas, o directamente no les importan ni preocupan, por pura indiferencia, desprecio, desdén hacia cualquier tipo de intercesión u omisión de ayuda por su parte, clamen contra el aborto como si se tratara del peor de los males. Mujeres y hombres que, confinados tras sus creencias y derechos, ajenos, insensibles e incluso burlones con las vidas de sus semejantes, de pronto se rasgan las vestiduras porque algunas mujeres, en el legítimo uso de derechos tan merecidos como los de aquellos, deciden que no están dispuestas a mantener esa vida que crece e impepinablemente depende de ellas. No vienen al caso los motivos implicados en tan difícil y dolorosa decisión, ya sean voluntarios u obligados, elegidos o desgraciadamente ajenos, impuestos por otros o en permanente conflicto con la propia voluntad -conflicto del que solamente la misma mujer puede responder a partir de sus dudas y sufrimiento.
No es de recibo que personas habituadas a hacer de sus creencias y derechos su bandera intenten imponerse a otras insultándolas, acosándolas o amenazándolas con una violencia en ningún caso pertinente ni legal. O sí, pero en ese caso estaríamos hablando de desprecio, sumisión, opresión y explotación, términos que no conjugan bien con la libertad que supuestamente nos conceden los derechos que todos debiéramos poseer.
¿Dónde quedan los derechos humanos para estos acusadores tan soberbios como irascibles? O solo existen los suyos, por supuesto. ¿Dónde queda el respeto y la comprensión hacia tus semejantes? ¿Quién creen que son para prohibir a otras personas ejercer los suyos? ¿Hacen algo para evitar las muertes que diariamente ocurren en el mundo, tanto humanas como de otras especies animales, o simplemente las ignoran porque nada tienen que ver con sus vidas, ni les importan, incluso intervienen indirecta o voluntariamente, o las facilitan y permiten por desidia o pereza, en algunas o muchas de ellas?
¿Qué significado tiene semejante cinismo? Porque estos buenos samaritanos no andan permanentemente a la carrera bregando, exigiendo y tratando de impedir con su inteligencia, esfuerzo y dinero tanta muerte como existe, una gran mayoría evitable. O es que en el tema del que estoy hablando afecta a un ser inferior y sin voluntad, débil, estúpido y manipulable, es decir, mujeres, ese “segundo sexo” del que hace ya muchos años escribía Simone de Beauvoir. ¿Y quién ordenó los sexos y con qué interés?
Si el derecho a la vida es tan importante para ellos podrían ofrecer las suyas, aunque no merece la pena porque nada solucionarían, mejor su dinero, para que cualquier mujer en dificultades pueda decidir sin presiones y salir por sí misma adelante. Esto último podría ser una opción que en el fondo no tiene mucho que ver con el tema de estas letras, o sí, quizás se trata de los derechos que otorga el dinero, sobre todo en lo concerniente a decidir sobre la vida y la muerte.