Estos tiempos

Hay más coincidencias de las que parecen entre los asesinatos machistas que desgraciadamente vienen sucediéndose en este país, el asalto a los edificios institucionales en Brasil por parte de una multitud empobrecida y semianalfabeta y la fotografía de un grupo de congresistas norteamericanos rezando rodilla en tierra y cabeza gacha, ignoro si antes o después de una sesión parlamentaria, en el mismo congreso yanqui -sería interesante saber a qué dios tan particular y rico oran y qué le piden, para sí mismos, por supuesto. Y el nexo común entre estos sucesos, que en algunos casos nos hemos habituado a ver sin que atraigan ni alteren nuestra atención, es la derrota en toda regla de la razón, el descrédito de la única cualidad exclusivamente humana ferozmente atacada y desprestigiada por la parte más instintiva, conservadora e ignorante de nuestro propio cerebro.

Se trata de una corriente reaccionaria que se mueve de norte a sur y de país en país fomentada y alentada por los poderes más conservadores y reaccionarios, denunciando lo que estos consideran erróneos funcionamientos institucionales y malas prácticas políticas por parte de quienes actualmente detentan un poder que aquellos siempre han considerado “naturalmente” suyo; sin ofrecer nada a cambio puesto que nada tienen que no sea la perpetuación de una cruel explotación de siglos, o sí, dioses, rezos y súplicas tan temerosas y egoístas como mezquinas, además de un violento y primitivo inmovilismo tan retrógrado como servil, propagando la necesidad de líderes poderosos y tiranos que encabecen y dirijan la vuelta a una ignorancia endémica de muchedumbres incultas, hambrientas y a la deriva. En definitiva, una pérdida de poder que deviene incomprensión y desvalimiento transformándose en un violento temor que de pronto maniata y obnubila al asesino de su mujer porque su precaria inteligencia es incapaz de entender y aceptarla como igual.

Las únicas acciones capaces de crear, soportar y mantener en el tiempo lo poco bueno de las sociedades humanas son de razón, no hay más, ni sangre, religión, esencias ni tradiciones, se trata de la exclusiva capacidad humana de construir algo sólido a partir de nuestra innata, temerosa y violenta precariedad. La misma razón que puede detener el deterioro climático y el brutal expolio y devastación del planeta y sus otros pobladores por parte de nuestra especie.

Razón como principal enemigo de una corriente conservadora y reaccionaria que todo lo llena, manifestándose en infinidad de medios y formas, ya sea fomentando antiguas esencias -meras invenciones de otros hombres y otros tiempos que no son estos-, reivindicando tradiciones -encargadas de mantener un statu quo desigualitario e incuestionable-, apelando a la providencia -cada cual con la suerte que Dios le ha concedido, siempre a título individual-; reconociendo como inevitable la desigualdad de nacimiento -resultado de injusticias pasadas sobre las que no hay nada que preguntar-, alabando la superación -sin nunca explicar por qué y para qué- o el esfuerzo individual como única meta en la vida -esforzándose, unos, por intentar vivir con un poco de dignidad o luchando con tal de llevarse algo a la boca y, otros, por mantener sus posiciones y privilegios a costa de una mayoría subyugada y explotada, siempre dispuesta a obedecer, servir y trabajar donde corresponda.

Esa razón humana capaz de organizar democracias y construir sociedades flexibles e integradoras en las que la comunicación y lo comunitario sean un objetivo a perseguir, ajenas a cualquier violencia religiosa, patriotera o diferenciadora, obligando a cada individuo a participar porque la comunidad es él mismo y es tan suya como de los demás.

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