Inglés

En una conversación sobre actualidad en la que inevitablemente aparecía el hipotético misil ruso que recientemente ha explosionado en Polonia, con los consiguientes efectos secundarios que significan la pérdida de dos vidas más que unir a las de la guerra, mi acompañante también mencionaba las fotografías que vienen apareciendo en la prensa sobre las reuniones del G 2o en Bali y la lógica incidencia y preocupación que ha provocado entre los reunidos el antedicho suceso. Mi interlocutor hacía hincapié en la presencia, tanto en la mesa de reunión como en los corros informales de los políticos asistentes, del presidente del gobierno español compartiendo negociaciones y tertulias con el resto de los presentes, resaltando la importancia del conocimiento y dominio del inglés en tales acontecimientos; circunstancia nada baladí por lo que significa estar al tanto de lo oficial como de lo extraoficial, de la toma directa de decisiones como de los comentarios y opiniones off the record que, como en toda reunión de varios días, suelen producirse en los sitios menos pensados. En definitiva, que hay que estar ahí, donde se cuecen las decisiones que de un modo u otro acabarán afectándonos también a nosotros y nuestras normales vidas de ciudadanos corrientes.

Al margen de la conveniencia, imposición y/o colonialismo de la lengua inglesa en cualquier reunión internacional -cuestión que en este momento no viene al caso-, es impepinable asumir que siempre es mejor estar allí sabiendo qué se dice y, si viene al caso, opinando sobre lo que se dice con ideas propias o intereses nacionales que asistir como un invitado de piedra porque se desconoce la lengua con la que se mueve el mundo. Cuesta imaginar al anterior jefe de gobierno, aquel MR de los papeles de Bárcenas, aburrido como una ostra porque el tipo no tenía ni pajolera idea de inglés, y lo que eso significa a la hora de que el propio país cuente -mucho o poco- en una política internacional que alcanza todos los rincones del planeta. Un tipo proveniente de otro mundo, un “señoro” detenido en su habitación o de la mano de un traductor que inevitablemente no puede estar en todos los sitios, tampoco en los corrillos más casuales y sin embargo tan importantes. De tal presencia es fácil deducir la importancia y repercusión política del propio país en la esfera internacional, casi como si no existiéramos. Y lo que es peor, por lo que he oído el nuevo cabecilla de la derecha local es otro “señoro” del mismo corte, es decir, de inglés ni idea, por lo que tal vez sería mejor que no accediera a la presidencia del gobierno, porque en ese caso volveríamos a ser el perrillo faldero de la política internacional, el cánido fiel que ladra cuando se lo piden y acepta las migajas de las mesas de negociaciones como si fuera el mejor negocio del mundo.

Las cosas son como son, no como nos gustaría que fueran, y siempre es mejor estar y directamente intervenir donde se toman las decisiones que tener acceso solo a las sobras.

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