Hace unos días se conocía la sentencia y correspondiente condena de los dos expresidentes andaluces implicados en el caso de los ERE, y gracias a ello cualquier ciudadano habrá descubierto, por si no lo sabía ya, porque la derecha nacional -que, repito una vez más, nada tiene que ver con una derecha democrática europea- mantiene bloqueada la renovación de algunos órganos judiciales.
Como tampoco es una novedad reconocer que en este país una mayoría de jueces son señoros con más caspa que pelo que piensan y viven con anteojeras; ancianos decimonónicos anclados en una ideología ultracatólica y provinciana a los que el mundo actual les viene grande, dulces abuelos dedicados a vegetar, a costa de los presupuestos del Estado, salvaguardando una jurisprudencia patriarcal, machista y reaccionaria del tipo Dios, patria y familia. A quienes nadie exige la correspondiente actualización, por la sencilla razón de que si intentas actualizarlos se caen a cachos.
Volviendo a la condena de más arriba y sin entrar en valoraciones de ningún tipo, cuesta entender que en su redacción aparezcan consideraciones tan ambiguas como: “no tuvieron suficiente atención…”, «tenían que saber lo que pasaba…” o, “podrían haber hecho algo…”, en lugar de condenar a partir de acusaciones incriminatorias o directamente provechosas para los culpables apoyadas en hechos y pruebas contantes y sonantes. Porosas circunstancias a la hora de condenar que no concurren, curiosamente, en los casos en los que el partido de la derecha nacional -gente de la misma cuerda- ha estado y aún sigue implicado. Un partido condenado judicialmente por corrupción y financiación ilegal que tiene a su antiguo tesorero en la cárcel gracias a pruebas y evidencias concluyentes; en cambio, los presidentes del partido que lo eligieron, admitieron, validaron y celebraron siguen campando a sus anchas, para estos no hubo consideraciones tan vaporosas como las aplicadas a los expresidentes andaluces. Es más, aquellos mintieron sin ningún pudor a la hora de declarar ante sus mantenidos, sobre todo y porque, en justa reciprocidad, más les valía a estos no morder la mano que les da de comer. Con el agravante de que la policía demostró en su momento que hubo destrucción intencionada de pruebas informáticas incriminatorias que podrían haber profundizado en la investigación apuntando a más delincuentes, tan políticos como corruptos. En estos casos nadie tenía que saber… podría haber hecho… o no prestó suficiente atención.
O que el segundo y tercero en el mando en la comunidad de Madrid estén entre rejas, acusados de apropiación indebida y corrupciones de todos los colores y tamaños, y la presidenta que los dirigía siga libre y coleando. Por no hablar de bodorrios en El Escorial o la cueva de delincuentes y chorizos que fue la Comunidad Valenciana cuando estos tipos, más que gobernar, se dedicaban a robar a manos llenas.
En fin, es lo que hay, los condenados se lo tienen bien merecido, tal y como piensan muchos. Quien les manda a tipos sin tradición ni experiencia en el poder ponerse a gobernar dejando a un lado a la gente que ha nacido para ello, probos caballeros en posesión de ese derecho a mandar tan tradicional como divino. Qué es la democracia sino una ficción de pobres. Sueños de mediocres, y así nos va.
La renovación judicial en este país permanecerá detenida hasta que los dueños naturales del poder regresen a sus puestos de mando. Entonces, cuando veamos la cara de cemento del que dicen es el nuevo líder conservador, y del que solo se sabe que gusta fotografiarse sonriente y en bañador a bordo de barcos propiedad de conocidos narcotraficantes, podremos respirar tranquilos, habrá llegado la normalidad y aquellos jueces comatosos serán justamente recompensados por su corrupta fidelidad. Qué verano tan feliz.
NOTA.- Imagino que para llegar a juez harán falta de veinticinco a treinta años de duro estudio; claro, hasta ahí solo pueden llegar quienes tengan detrás un saneado y boyante balance económico. Por eso necesita becas la gente de dinero, para facilitarles el acceso a sus nichos naturales. No vas a ayudar con becas a un pobre desgraciado que, llegado el caso de convertirse en juez, se dedique a impartir justicia. Cada cual a lo suyo.