Life Coach

Iba conduciendo y tuve que detener la vista durante unos instantes en el panel electrónico para cerciorarme de lo que leía; y no, no había leído mal, Life Coach, eso decía el anuncio, por lo que no pude más que sorprenderme por el astuto, atrevido o insensato personaje capaz de ofrecerse de tal modo. Y pensé, en serio, que prefería no imaginar qué puede venderse bajo ese nombre y qué atribulados o desorientados individuos son capaces de dejarse convencer por tamaño y descomunal propósito. Todo ello suponiendo que no se tratara de una broma de mal gusto y, por otra parte, aceptando que tras el anuncio debía haber alguien, o algo, con la necesaria suficiencia, o arrogancia, como para ofrecerse a los demás como “entrenador de vida”, o “… para vivir”, o como quiera que se traduzca, o deba entenderse, la frase inglesa en cuestión.

Si ya el hecho de vivir la propia vida se me antoja un trabajo harto complicado, que no imposible, puesto que millones antes que nosotros lo han hecho de un modo u otro, que una persona, ignoro con qué clase de conocimientos -que probablemente han de ser mucho más que enciclopédicos-, te mire a la cara dispuesta a “entrenarte en cómo vivir” me parece un solemne disparate. Aunque después de la sorpresa inicial y en contra de mi escepticismo se me ocurrieron algunas opciones, tanto antiguas como actuales, que podrían responder al anuncio en cuestión.

Podría tratarse de un confesor de toda la vida -ignoro si los habrá que no sean cristianos- o guía espiritual dispuesto a asesorar al cliente entre las procelosas marejadas de la conciencia, si es que el cliente es consciente de necesitar otra conciencia que le conciencie a la hora de actuar con y en conciencia; básicamente lo que hacemos cada quisque cada día de nuestras vidas, aunque probablemente quién acuda ante semejante reclamo habrá de hallarse francamente desorientado o directamente perdido, por lo que, bien mirado, no ha de estar del todo mal que por unos euros alguien te diga dónde tienes la mano derecha.

Porque si lo que sucede es, por ejemplo, que padeces una depresión de aúpa o algún problema psicológico de cierta envergadura, un “entrenador de vida” no te va a servir para nada, mejor un psicólogo o un psiquiatra que probablemente sabrán más del tema. Aunque, ahora que caigo, el anuncio también podría referirse a un psicólogo adaptando sus conocimientos, cualidades y virtudes a los tiempos que corren, quizás porque anunciarse como psicólogo, a secas, no dice mucho -¡hay tantos!- y el cliente en el fondo no se considera enfermo porque se trata de otra cosa, necesita que le enseñen a vivir (¿?). También podría tratarse de un viajero experimentado reconvertido en una especie de gurú oriental o experto en relajación -o ni siquiera viajero- impartiendo terapias o sesiones parecidas o relacionadas con el yoga; o directamente una sesión de yoga. O un budista auténtico -autóctono o reconvertido- convencido de que lo que necesitamos los occidentales es algo de orden, mucha menos prisa y más tranquilidad -en el fondo saber qué es lo que queremos y de qué herramientas disponemos. Problemas y soluciones que, sin embargo, siempre han estado vigentes y/o disponibles por aquí, es cierto que en formas más austeras y con menos encantos, también sin adornos florales, musicales o aromáticos.

O quizás no tenga nada que ver con lo que vengo diciendo y se trate de un preparador físico -puro y duro-, o de un experto en libros de autoayuda; o quizás un bróker retirado -algo parecido al final del protagonista de la película de Scorsese, El lobo de Wall Street-, alguien dispuesto a mostrarte el camino del triunfo en esta sociedad tan competitiva. En fin, puestos a imaginar las posibilidades pueden ser numerosas, no digo que infinitas pero casi, y como no voy a acudir a interesarme pues me quedaré con las ganas de saberlo, lo que no quita que la próxima vez que pase por el mismo sitio y vuelva a ver el anuncio le siga dando vueltas al asunto.

Esta entrada fue publicada en Uncategorized. Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario