A falta de un próximo referéndum, a celebrar en ambos municipios, el proceso por el que dos localidades de Badajoz pretenden unirse y formar una sola población es digno de admiración, y de estudio, sobre todo en los tiempos que corren. Que dos comunidades vecinas entiendan y prefieran formar una sola, tanto a nivel territorial como administrativo, no suele pasar todos los días. Creo que ya ha ocurrido anteriormente durante este siglo, pero se trataba de núcleos de población mucho más pequeños y de menor incidencia a nivel comarcal o regional.
Que en los tiempos que corren, en los que con solo dar una patada en el suelo brotan identidades exclusivas como flores silvestres, dos comunidades hayan decidido dejar a un lado sus respectivos ombligos y hacer causa, vida y futuro común es una noticia de la que felicitarse. Poco o nada que ver con esos lugares propensos a rebuscar, inventar y, llegado el caso, falsear y apropiarse de fechas, acontecimientos, piedras, documentos, vírgenes, insultos, negocios, ranchos o barbechos adjudicándoles la etiqueta de únicos y genuinos, auténticos frente al caos y vileza de los otros, cualesquiera y sin importar la procedencia, porque si no son de aquí no son de los nuestros y, por lo tanto, tampoco de fiar.
Probablemente el ejemplo inglés sea el de mayor calado a la hora de esgrimir identidades, purezas y desprecios, curiosamente en un mundo cada vez más homogéneo, en el que cualquier viajero puede encontrar y sentirse como en casa da igual el lugar donde vaya. Pero los ingleses tiene un problema mucho más gordo, todavía creen que viven en y del imperio, continúan anclados a un antiguo orgullo colonial que les impide entender y asumirse como uno más en el mundo moderno, un lugar donde el trabajo común y la cooperación son el tesoro más preciado. Tal vez por eso, incapaces de aceptar su vulgar normalidad entre iguales, podrían llegar, como ya amenazan, a romper cualquier acuerdo firmado por ellos mismos, alarmados por la dolorosa evidencia de su incompetencia e incapacidad para vivir y sostenerse aislados. Con el desafortunado inconveniente de que hoy no disponen de ninguna flota mercenaria de piratas y corsarios con patente de corso acechando a su antojo los mares del imperio, dispuestos a abordar cualquier navío, grande o pequeño, a cambio del obligatorio impuesto a la corona. Pero son ingleses, nostálgicos algo duros de mollera a la hora de reconocer su lugar subsidiario en el mundo actual.
Pero ese no era el motivo de estas letras, todo lo contrario, el motivo eran unos vecindarios y unas voluntades que han decidido pensar en común porque de ese modo ganan todos; justo lo contrario de lo que sucede por estas tierras desde las que escribo, en las que pueblos grandes y pequeños, algunos tan petulantes como insustanciales, o directamente paletos, gastan lo que no tienen y fingen lo que no son con tal de aparentar más que el pueblo de al lado, inventando odios y enfrentamientos ridículos y levantando infraestructuras y servicios duplicados a escasos diez minutos unos de otros. Un despilfarro e incompetencia administrativas que pagamos y sufrimos todos, bueno, excepto los destripaterrones que se creen en sus miserables mazmorras el ombligo del mundo. Pero, a lo que iba, enhorabuena a estos dos municipios y ojalá cuando llegue el momento de refrendar públicamente dicha unión el resultado sea tan favorable como abrumador.