Diálogo salvaje (7)

─ Acabo de tragarme un aburrido capítulo de una serie sobre narcotraficantes y me estaba preguntando por qué persiguen a los traficantes cuando los culpables son los consumidores.

Mirada de incredulidad. ─ ¿Lo estás diciendo en serio? Esos pobres diablos se están cargando sus propias vidas sin poder hacer nada por evitarlo.

─ Ya sé lo que me vas a decir, pero ¿no sabían dónde se estaban metiendo? ¿O es que son tan estúpidos que pensaban que precisamente ellos no eran como el resto, que controlaban? ¿Todavía hoy se lo cree alguien?

─ Eso no se puede saber. Tuvieron mala suerte.

─ Seguro. Cuando uno compra porque piensa pasárselo ‘de puta madre’ sí sabe lo que está haciendo; y a la primera oportunidad te lo restregará por la cara como si tú fueras un pringado. Por eso sigo preguntándome por qué a los drogadictos hay que ayudarles y perseguir a quienes, a su costa, solo se dedican a un negocio que les renta pingües beneficios. ¿No vivimos en una sociedad de mercado?

─ ¡Hombre! No puedes decir eso.

─ ¿Qué no? Admito que la especie humana pueda tener, no sé, una especie de gen o instinto autodestructivo que según el estado de ánimo induce a algunos individuos dejarse caer por sendas más y más peligrosas, pues los traficantes de drogas solo hacen lo mismo que, por ejemplo, los fabricantes de alcohol o los propietarios de los negocios de apuestas, apostar al alza contra esas debilidades. Como también hay empresas farmacéuticas a las que les gustaría convertir a los consumidores en inválidos permanentemente medicados, como si no dispusiéramos de un organismo perfectamente autosuficiente; o existen otras empresas que se dedican a engordarlos a base de compuestos químicos y papillas hechas con desperdicios a los que les añaden texturas y sabor. ¿Por qué no los persiguen también a ellos.

─ Es la sociedad que tenemos…

─ ¿De veras? ¿Una sociedad de gilipollas o una sociedad de minusválidos?

─ También nos afecta a nosotros…

 ─ ¡Qué listo! Ya, pero de eso no me quejo, si yo mismo me dedico a joderme la vida es mi problema. Hoy las drogas no dejan de ser un objeto de consumo más. Si cualquier empresario de tres al cuarto trata a los consumidores -perdón, a las personas- como conejillos de indias con los que experimentar aprovechándose de sus debilidades, ¿por qué no puede hacerse con cualquier producto o sustancias?

─ Me parece excesivo lo que estás diciendo…

─ No le des más vueltas, si eres tan capullo como para acabar tirado o medio muerto por meterte lo que nadie sabe es que tienes un problema y aún no te has dado cuenta; admito que el tipo no sea capaz de dar con él y mucho menos con la solución. Aunque también es cierto que vivimos en tal grado de aburrimiento que pretendemos salir de nuestra indigencia mental experimentando con cualquier memez que nos vendan, solo hay que adornarla con la palabra libertad para que hasta el más simple se crea con acceso directo a la cima del mundo; no sé dónde leí que hay quien prefiere despeñarse por un barranco haciendo deportes anfetamínicos que dejarse caer por los huecos de su propia cabeza. Sería mucho más sencillo eliminar cualquier negocio que se base y aproveche descaradamente de las debilidades de las personas, perseguir a los culpables y meterlos en la cárcel, exactamente igual que dicen que hacen con la gente que mueve la droga.

─ Pero prohibir es un mal principio.

─ Llevas razón, pero permanecer quietos mientras ves a cada vez más gente caer derrotada por sus debilidades, de la mano de engaños y de su propia ignorancia, ¿de qué tipo de sociedad estamos hablando? Si somos adultos para unas cosas lo somos también para otras. ¿Por qué no puedo ir a una farmacia comprar un kilo de heroína y morirme de gusto? Otros se compran un coche o una moto y juegan a partirse la crisma, si es que no se llevan a nadie por delante. ¿Quién fuma hoy, cuando todo el mundo sabe que un cigarrillo lo que menos contiene es tabaco? Cuando el pobre tipo acuda a la sanidad pública y descubran que su problema es debido al tabaco deberían decirle, lo siento, no podemos atenderle. Si el dinero no llega para una asistencia digna para todos habrá que distribuirlo en función de ciertas necesidades realmente importantes; mejor cobrarles o que se vayan a una clínica privada y gasten allí el dinero que les dé la gana.

─ Qué disparates estás diciendo. No puede hacerse eso.

─ ¿Por qué? ¿En función de qué?

─ No puedes dejar a la gente abandonada.

─ Abandonada es cuando, como ahora con la pandemia, no la atiendes y cuidas porque, en principio, no puedes perder tiempo buscando causas poco claras o culpables con nombre y apellidos -eso suponiendo que se trate de un accidente, aunque eso no viene a cuento ahora-; pero cuando estás harto de decir que esto o aquello es perjudicial porque hay mil evidencias que lo demuestran, entonces no. Si somos tan libres para decidir qué nos apetece deberíamos asumir las consecuencias de nuestra libertad; eres libre para consumir y hacer lo que te dé la gana como también eres libre para morirte como te apetezca, no para luego acudir con el rabo entre las piernas suplicando ayuda.

─ La gente comete errores…

─ ¡Toma! y yo también. Pero cuando sabes, porque estás harto de verlo y oírlo, que si te tiras de cabeza desde cien metros de altura es probable que te mates la cosa es más sencilla. Claro, el capullo de turno piensa que a él no le va a pasar, él no es como el resto, otro capullo. Al menos debería de tener la decencia de no hacer a los demás culpables de su estupidez; asumo las consecuencias y me jodo si no llego o no puedo.

─ Eres un exagerado…

─ Ya, y medio tonto por no aprovecharme dedicándome exclusivamente a lo mío, como se suele hacer. Pero vuelvo al principio, sigo sin entender porque persiguen a los traficantes cuando ellos solo hacen su negocio; allá el consumidor con su querida libertad, y si en algunos o muchos casos se trata de estupidez y no de libertad allá ellos. Claro, que si legalizaran las drogas habría países que no existirían, ni organizaciones policiales especializadas, ni cruzadas contra la droga, ni paraísos fiscales, ni ricos que entretuvieran y embelesaran a los pobres haciendo ostentación de su dinero, ni series ni documentales ‘serios’ de televisión… Si, ya sé lo que me vas a decir, es el sistema, pero un sistema que sobrevive explotando las debilidades de sus integrantes o machacándoles como pobres diablos capaces de engancharse a cualquier cosa por puro aburrimiento no merece la pena. A no ser que pertenezcas al grupo de los espabilados haciendo permanentemente caja a costa de millones de desgraciados con dificultades para medio organizar sus propias vidas… bueno, si, también puedes trabajar ‘de forma legal’ para los mismos, lucirás más decente pero igual de gilipollas.

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