─ ¿Es por aquí?
─ Adelante
─ Así que esto es El Cielo… El Paraíso ¿Dónde está Dios? ¿Dónde está su derecha? Debe estar pobladísima. ¿Por qué no puedo verlo? Aunque me parece todo igual. ¿Cómo es que me ha tocado a mí?
─ ¿Seguro que usted tiene que estar aquí? Porque oyéndolo parece que le falta lo principal para poder ver a Dios, la fe, si tuviera y hubiera tenido fe podría ver a Dios, porque Dios lo llena todo.
─ ¿Y respondería a todas mis preguntas?
─ Usted no acaba de entender, aquí no existen preguntas porque ni tienen sentido ni son necesarias y, por supuesto, tampoco hay respuestas. La única respuesta es Dios.
─ Ya, pero ¿sabe? allá en la tierra solía preguntarme por todo, la ciencia física me apasionaba… además de las preguntas básicas, quiénes éramos, de dónde veníamos, cuál fue el origen…
─ Aquí no hacen falta porque, como ya le he dicho, Dios lo llena todo, Dios también es usted, o debería, eso aún no está claro, luego no necesita respuestas porque no tiene necesidad de preguntas.
─ Y ¿qué hacen? ¿cómo entretienen el tiempo?
─ El tiempo es un invento humano que aquí carece de toda utilidad… es la eternidad.
─ Ya, pero la eternidad es muy larga.
─ La eternidad es Dios y, como le he dicho, también es usted, puro, sin carencias ni necesidades, ni físicas ni, por supuesto, intelectuales. Ya acabó todo, bueno, eso tampoco sería correcto, porque si no hay principio tampoco existe un final.
─ Pero… parece un poco aburrido.
─ Para quien ha amado y anhelado a Dios no, todo lo contrario, Dios nos llena.
─ Va a decirme que ya está, punto final.
─ Acabo de decirle que no hay necesidad de fin porque los conceptos humanos de principio y fin aquí no existen. Esto es la eternidad, es Dios ¿qué más necesita?
Se miraban sin acabar de entenderse. ─ Pero…
─ Ya le he dicho cuál es el problema, y le estoy dando demasiadas explicaciones. Es cierto que allá en la tierra usted fue una buena persona, justa en sus juicios y decisiones, honrada en su trabajo, sincera en todo y con todos, amiga de amigos y enemigos, solícita a la hora de colaborar o compartir… pero únicamente hay un problema que ha dado lugar a este pequeño error, usted no debería estar aquí porque nunca tuvo fe.
─ No lo consideraba importante porque significaba dedicar a mí mismo un tiempo que era necesario en muchos otros sitios; bastante teníamos con lo que teníamos, habría sido un inconveniente a la hora de estar y ayudar a los demás.
─ Ya, aquí entendemos todo, pero no podemos obviar lo que para nosotros siempre ha sido la cuestión principal: la fe. Tendrá que ir al purgatorio.
─ ¿Me está diciendo que quien haya vivido como un cabrón redomado, pero con fe, o se arrepienta en el momento de su muerte después de una vida de sinvergonzonerías tiene el paso franco?
─ En principio sí, pero ahí Dios tiene la última palabra.
─ Entonces Dios tiene tarea. ¿Y por qué no me envía a arder en el fuego del infierno?
─ No me tome el pelo, debería saber que el infierno no existe, si su curiosidad le hubiera llevado por el camino indicado se habría enterado en su momento de que el Papa Benedicto XVI -que, como representante de Dios en la tierra, habla por boca de Dios- dijo que el infierno consistía en no ver a Dios; como ustedes dicen, es una metáfora. El infierno es no poder ver a Dios, otra cosa es lo que al vulgo le guste o quiera creer.
─ ¿Y Satán y toda su cohorte? ¿Y el fuego del infierno?
─ Son cuentos e historias que tuvimos que inventar para atraer a simples e ignorantes -más metáforas. Si ya los cuerdos tenían dificultades para entender a Dios, su sagrado y misterioso significado, hasta el punto de que la mayoría muere sin lograrlo, de ahí la obligada necesidad de la fe, imagínese quienes no sabían ni comprendían las cuestiones más elementales, quienes por el azar de la naturaleza nacieron y nacen con unas condiciones intelectuales y una inteligencia más bien limitadas. Todos son hijos de Dios y no podíamos permitir que se extraviaran, también ellos tienen derecho a ver a Dios, luego hicimos lo que creímos conveniente, atemorizarlos para que, sin hacerse preguntas, tuvieran la posibilidad de llegar también ellos a Dios. El infierno era y es lo que es, una buena historia que ha funcionado; una vez en el cielo entenderían, mejor dicho, no les haría falta porque Dios les llenaría y ya no necesitarían respuestas ni justificaciones.
─ ¿Y hasta cuando dura esto?
─ No le estoy diciendo que se trata de la eternidad.
Con cara de fastidio el aspirante seguía sin entender. ─ Pero…
─ No hay pero que valga. Lo siento por usted, su vida, he de reconocerlo fue ejemplar, pero en esto Dios es inflexible y debe ir al purgatorio.
─ ¿Cuánto tiempo?
─ No se preocupe, Dios no deja de observarle. Reflexione, piense en su vida y en lo que desea y, tal vez, si desea a Dios con todo su corazón, la fe le iluminará disipando sus dudas.
─ Y si no dejo de preguntarme, si mi curiosidad me impide permanecer quieto… No me parece tan mal querer comprender.
─ De seguir así me parece que usted siempre va a tener problemas. Olvídese de sí mismo y entréguese a Dios; deje que le ilumine y entonces hablaremos.
─ No, todo lo contrario, porque entonces, según usted, lo entenderé todo y no necesitaré respuestas porque mi curiosidad quedará satisfecha, y así por los siglos de los siglos. ¿No me negará que pinta un poco soso?
─ La fe, la fe, sin fe no puede comprender, sigue siendo un ser imperfecto, jamás alcanzará a ver y sentir la grandiosidad y magnificencia de Dios Todopoderoso. Debe dar la vuelta.
El aspirante dio media vuelta aceptando su destino sin quitarse la mosca de la oreja. ¿Por qué tenía que ser aquello? Para acceder a un lugar aparentemente tan aburrido; casi que, como buen humano, prefería las preguntas.