Los fantasmas del tiempo

Había decidido utilizar su tiempo de modo que no tuviera que arrepentirse del mal uso, o su desperdicio, y para ello debía comenzar estableciendo una planificación racional y a ser posible inflexible. De momento el tiempo que debía invertir para reorganizar el tiempo era tiempo bien empleado que contaba como inversión necesaria alejada de las precipitaciones y las ideas preconcebidas, y unas disposiciones de tal calado tal vez necesitaran más tiempo del que estaba habituado a usar en cuestiones de orden, más bien poco, pero la empresa merecía la pena si con el resultado final en sus manos podía sentirse satisfecho y optimista de lo hecho, de la puesta en limpio de un plan que pretendía sobresaliente. Estaba seguro de que, más pronto que tarde, saldrían a la luz las propuestas, las que sin ningún género de dudas reflejarían sus aspiraciones y deseos más personales convertidos al fin en objetivos al alcance de la mano; su posterior puesta en práctica era tan importante como la teoría, porque no podía dedicar ni un minuto de su nuevo tiempo a concebir proyectos que no pudieran llevarse a cabo o para los que no dispusiera de los materiales y conocimientos necesarios. No iba a crearse necesidades ni obligaciones imposibles de alcanzar, ya no.

Con tal plan de acción quedaba lista la primera parte, ahora comenzaba el desglose, ¿qué hacer? Se le erizó el vello, su tiempo empezaba a estar ocupado por asuntos de envergadura. Y el tiempo comenzó a contar, es cierto que ya venía contando desde antes, pero era tiempo pasado necesario porque, como suele suceder, siempre hay un momento en la vida de toda persona del que luego gusta alardear con tal de amenizar y sorprender a futuros oyentes con esas fechas importantes -tal día a tal hora comenzó una nueva etapa, ese otro yo… en un esfuerzo supremo fui capaz de darle la vuelta como a un calcetín a mi propia vida… entonces nació el que ahora soy, ese que tienes delante y que nada tiene que ver con el de entonces…

Pasaron los minutos pero el esfuerzo planificador no daba resultados, no había ideas originales y su cabeza no encontraba qué proyectar. Para empezar, no hallaba ningún propósito destacable que le entusiasmara o deseara llevar a cabo de corazón, no había ninguna ilusión pendiente que necesitara materializar imperiosamente y tampoco ninguna afición o deseo oculto que le rondara desde siempre y que por fin podía llevar a la práctica, ahora que tenía tiempo. Todo lo que se le ocurría era una pérdida de tiempo. Hacer deporte ¿para qué? El deporte nunca había sido una de sus grandes aficiones, además de no disponer de dinero para equiparse como es debido, para practicar los que, llegado el caso, realmente le gustaban. Pintar o esculpir, dar sus primeros pasos como artista, necesitaba mucho material y tampoco disponía de tiempo ni ganas para tomar clases, aunque en el fondo no las creía necesarias porque el arte es sobre todo una cuestión de inspiración. Estudiar, no tenía tiempo para perderlo en aprender, ya sabía suficiente, precisamente por eso estaba haciendo aquello. Viajar, tonterías, pensar en eso ya era una pérdida de tiempo, algo que no se podía permitir; tenía que ir al grano.

Se levantó y dio unos pasos hasta la ventana, justo para atisbar un último rayo de sol; el día se iba, otro más, no otro más, este era el primer día de su nueva vida, el que pasaría a la historia como el golpe de timón que descubrió al mundo un nuevo yo, más vivo, más real, más concienciado, más preocupado por sí mismo y por todo lo que le rodeaba. Dio media vuelta y se encontró con su imagen en el espejeo. Ahí estaba, de pie derecho y dispuesto a cambiarlo todo, pero no se le ocurría nada. De momento. Regresó al sillón. Dentro de poco sería noche cerrada y comenzaba a tener hambre, una cerveza le sentaría de maravilla. No, no debía de perder el tiempo comiendo, ya lo haría más tarde, cuando hubiera completado su tarea más importante.

De pronto sintió toda la responsabilidad de la empresa, las vidas de las numerosas personas que inesperadamente dependían de él y que si no lo hacía bien correrían serio peligro. No estaba nervioso ni sudaba, jamás había dudado ante las decisiones importantes, era su carácter, pero esta vez podía ser cierto que el tiempo se movía en su contra, porque aquello no tenía buen aspecto; una noche oscura se cernía sobre su conciencia sin una esperanza que llevarse a la boca, para cualquier otro sería terrible, un momento insuperable que requería un valor y una decisión a la que solo pueden enfrentarse los espíritus fuertes y bien formados, una garantía ante el futuro que tenía en sus manos, manos fiables que no desdeñaban la responsabilidad, por eso tampoco ahora iba a fallar, no había lugar para la decepción y esta vez no sería la primera, nunca habría primera vez, endureció el gesto y con férrea determinación alzó su brazo listo para dar el golpe… ¡Pum! ¡el jarrón! ¡¡la leche!! Cómo me he puesto. Intentó mirarse pero no pudo verse porque la oscuridad era completa. La ventana. Es de noche; la luz. ¡Joder! el suelo… los cristales. ¿Qué hora es? ¡¡Las cuatro!! Me he dormido. ¿Qué estaba haciendo? ¿Qué día es hoy? Sábado, menos mal. Tengo que limpiar todo esto… ¿Dónde está? Tampoco vino anoche. En su nueva y recién estrenada etapa no tardó en convencerse de que esta vez ella no iba a volver, luego siempre fue tarde, pero seguía teniendo todo el tiempo del mundo.

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