Una región

Región tiene un componente rústico que probablemente comienza y acaba en mis prejuicios, no hay nada significativamente relacionado en su acepción, según la Academia de la Lengua, que tenga que ver con ello, evidencia que, sin embargo, no impide que uno pueda considerar la zona en la que vive bajo esa variante campestre y más bien estática, dos calificativos que, supongo, aportan claridad a mi punto de vista.

Esta región es en su mayor parte campo que se extiende a sus anchas, no hay grandes montañas, ni grandes ríos, ni zonas muy boscosas; también está escasamente poblada, con una densidad de población que en algunas zonas es siberiana. La actividad industrial -mundialmente en horas bajas y encaminada a su casi desaparición- es escasa o prácticamente nula, y la parte de los servicios descuella mínimamente porque no hay mucho más en lo que invertir. Ocupada por una población muy dispersa y poco dada a la cohesión, todo lo contrario, cualquier local es capaz de subirse a la parra y enfrentarse a los demás por una virgen, un molino o cuatro piedras, lo del agua ya es más complicado. Aquí la conflictividad se reduce a mi pueblo es más guapo que el tuyo. Por estos lares el tiempo pasa porque tiene que pasar, ya que está inventado respetamos su función y gracias a ella existimos, ocupamos un lugar en él aunque solo sea como referencia para el resto; tiempo y espacio nos sitúan en el mundo, la importancia de sus habitantes y sus ocupaciones es otro cantar, por desgracia escasamente importante.

Superficie tan grande y con tan escasa actividad humana que pueda considerarse trascendente o de cierta importancia allende de nuestros límites puede ser consecuencia del poco espíritu de sus pobladores, aunque también podría pensarse que espíritu tan frugal es consecuencia de un vacío tan extenso -que cada cual elija la que más le apetezca; los tres países que forman el Benelux, con sus correspondientes habitantes, cabrían enteritos en la región y sobraría casi la mitad de la superficie. Tal cantidad de espacio es contagiosa, quizás sea por eso que el vacío también domina los cerebros de sus políticos, actores de una política casi inane limitada a la ocupación de un sillón desde el que administrar las cuatro perras con las que subsiste la región, aguardando plácidamente a que las zonas limítrofes necesiten de nuestra existencia, aunque solo sea para cruzarnos hacia otros destinos. Tanta superficie también da para pegar tiros, por eso, en el mejor ejemplo de la literatura de Miguel Delibes -ahora que estamos de aniversario-, mantenemos quietos a los locales prestos a servir a tanta escopeta de prestigio y menos que acude por aquí a soltar tensiones y aniquilar la fauna local; el resto es sol y pocas ganas de alzar la vista al cielo.

Desde que este país vive en democracia sus manifestaciones por aquí se han limitado fundamentalmente a un lavado de cara de accesos, cruces y poblaciones, pueblos y ciudades lucen mejor que antes pero como antes, igual de inmóviles y nada provocadores. Hubo un intento de la derecha de este país -todavía franquista- de hundir las pocas instituciones y servicios públicos que se mantenían dignamente en pie, pero cuatro años fue poco, no les dio tiempo, pero fue suficiente para que los siguientes gobiernos de la derecha socialista pudieran vivir aún mejor, porque no hicieron nada por recuperar lo perdido, ni mejorarlo; así hasta hoy, a un paso de la inexistencia.

Puede que todo esto suceda porque los naturales no damos más de sí, con lo nuestro tenemos bastante, quizás también. No hay más que ver a nuestro gobierno regional, encabezado por un tipo que, a juzgar por su verbo y aspecto, lo más lejos que ha llegado ha sido a la capital del país, un seminarista fallido, dócil y obediente, un afiliado de por vida que supo colocarse en todas las fotos a la espera del momento en el que el patrón de turno desviara la vista y exclamara: ¡Anda! ¡si todavía estás aquí! pues ahora, por portarte tan bien y dar tan pocos problemas, te vamos a hacer presidente. Y ahí está, ocupando al fin el sillón que tanto tiempo le ha costado, haciendo como que gobierna, cómodamente sentado y siempre a la espera mientras colecciona con avaricia sus infinitas apariciones televisivas .

Es lo que sucede cuando en una televisión regional -que también existe- escasea la inteligencia, además de los recursos, un medio que basa su funcionamiento en la copia de los nefastos modelos regionales vecinos. Un soporífero e inaguantable instrumento en el que se suceden, sin solución de continuidad, casposos programas de variedades, rancia canción española para despistados sin nada que hacer, ejercicios ocupacionales para jubilados, anacronismos como los toros y relleno, mucho relleno, y barato; la parte cinematográfica es como introducirse en el túnel del tiempo… o del terror. Un medio de comunicación -definición que le viene grande- que exhibe idéntico estatismo y planismo mental que sus dirigentes. A veces creo que en una región como esta es imposible que se dé una televisión viva, eso queda para otros lugares que sí viven en el siglo en el que ocupan tiempo y espacio.

Pero en el fondo aquí se vive muy bien, nunca pasa nada y lo que pasa sucede de paso porque no tenía más remedio que pasar por aquí, se respira aire limpio, nuestros horizontes lucen transparentes, sin agobios y con el único inconveniente de que, como ahora estamos con problemas nacionales de salud, vienen de otros lugares ansiosos porque tampoco les pase nada. Un buen lugar que igual se llena de nuevos que traen sus cosas de allí y nos obligan a movernos de aquí y hacer algo por nosotros mismos; aunque, no sé, demasiado esfuerzo para luego acabar cansado, es para pensárselo dos veces.

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