Clima

Fueron más las noticias y la información -siempre dudosa, torticera e interesada- antes de su celebración que después de la misma, probablemente excesiva u obligadamente necesaria; siempre se puede imponer un hueco en el que insertar publicidad. Mientras se suspendía en el país que la debía acoger y volvía a reorganizarse en Madrid no se hablaba de otra cosa, aunque el clima, a pesar de la trascendencia que pretendía dársele, no parece tan importante, hablamos a muy largo plazo, tanto que probablemente no lo veamos. Después silencio, ya nadie recuerda los problemas políticos y sociales en Chile -han desaparecido de las primeras páginas misteriosamente-, ni las prisas de última hora por trasladar la organización a España, ni siquiera la celebración misma que, salvo por cuestiones puntuales o anecdóticas, pasó con más pena que gloria -probablemente lo más importante fue que Harrison Ford acudió a Madrid para intentar influir en algún posible acuerdo final. También ha desaparecido, como si se la hubiera tragado la tierra, la muchacha sueca que acaparó portadas y comentarios -muchos babosa y zafiamente contrarios- y su esfuerzo por concienciar, a quienes tienen parte en esto, de la necesidad de pasar a la acción respecto a las condiciones climáticas terrestres actuales y su previsible y nefasto futuro.
Nada más, por aquí hoy llueve porque toca y la Navidad está a la vuelta de la esquina, ahora prima la lotería y el clima puede esperar, como lo ha venido haciendo y lo hará por mucho más tiempo; interesa para que advenedizos del espectáculo monten el suyo propio en las secciones meteorológicas de las cadenas televisivas. Sí hubo una cosa que trascendió de aquella lejana conferencia mundial, pero no fue un comunicado general firmado por un gran número de países, sino la falta de acuerdo a la hora de organizar un mercado mundial del CO2 -otra vez la economía de los grandes números digitales. Se perdió la oportunidad de hacer negocio, por parte de los mismos de siempre, a costa de la pobreza de, también, los mismos de siempre. Si quienes dirigen este mundo no pueden seguir invirtiendo y ganando dinero, en este caso a costa de las emisiones de CO2, no hay acuerdo que valga; vuelta al punto de partida, dinero y tiempo desperdiciado, o no, probablemente hubo quienes se lucraron con la organización de la conferencia.
Greta Thunberg habrá regresado a su casa, tal vez en catamarán, qué mas da, ya no es necesaria. Está lloviendo, lo que es bueno para el campo, llega el tiempo de comer y beber, y consumir; luego, por Enero, cuando regresemos a nuestra rutina condenatoria particular, entre gimnasio y aburrimiento, quizás habrá tiempo de hablar del clima, algo con lo que entretener los días hasta las siguientes vacaciones, para las que, esas sí, ya tocará buen tiempo. Qué le vamos a hacer, los que vengan detrás que hagan lo que puedan.

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