Opinan los gerifaltes del Partido Popular -antiguos franquistas, y sus descendientes, reconvertidos en demócratas de carnet por necesidades de subsistencia política- que la ultraderecha antidemocrática que representa Vox no debería presentar candidaturas en ciertas circunscripciones porque de hacerlo les quitaría votos a los populares.
Oímos cosas semejantes y pasamos a otra cosa o seguimos con lo que estábamos haciendo, como si no nos afectara. En cualquier país democrático europeo, vamos a dejar a un lado las ex-repúblicas soviéticas porque sus ciudadanos todavía no saben qué carta han de jugar, si la de un rancio e ignorante tradicionalismo medieval dirigido espada en alto por padrecitos protectores designados por voluntad divina para iluminar a una población democráticamente analfabeta, u optar por meterse de lleno en un compromiso democrático que exige protagonismo ciudadano las veinticuatro horas del día, trescientos sesenta y cinco días al año. Decía que en cualquier otro país demócrata europeo escuchas ultraderecha y la mayoría echa a correr porque la ultraderecha representa el cáncer que provocó las dos grandes guerras mundiales -aunque desgraciadamente también podemos encontrar en esos países reprimidos y gente con problemas de integración que reconvierten sus frustraciones personales en violencia contra todo y todos.
Por aquí no sucede nada parecido, esto sigue siendo España. La preocupación de los populares por la ultraderecha no es por cuestiones de democracia, se debe a que estos últimos han ocupado el terreno que siempre les ha sido propio a los primeros, terreno que fingieron abandonar porque no había más remedio que cambiar la cara, o la chaqueta. Incapaces de aceptar las reglas del juego democrático y cansados, o perdidos, de ir de un sitio a otro buscando con qué atraer a un electorado suspicaz y desconfiado que gusta más de la raza y la misa que del diálogo, ahora ven con temor que ya no pueden regresar a sus cortijos porque están siendo ocupados por una savia nueva que, en los tiempos que corren, no tiene nada más inteligente y democrático que ofrecer que a Don Pelayo y a la Virgen arrojando de la península ibérica a tanto sarraceno infiel. Ver para creer.
Así estamos, hemos vuelto a la casilla de salida, y es más serio de lo que parece; porque esta gente nueva mezcla sin saber libertad con cojones, lo que me da la gana con a mí qué me importa o, mi Dios es más de puta madre que el suyo -el lenguaje es original.