Elecciones

Toca votar, toca oír a los mismos de siempre quejándose del negocio de la democracia, de esos cuatro listos que viven de la política a costa del resto y sistemáticamente se dedican a robar mientras puedan; queda preguntar a tan insignes y clarividentes mentes si eso de robar lo consideran tan normal como para hacerlo ellos mismos en su vida diaria, que probablemente será así, lo que deja bien a la vista una astrosa envidia de pusilánimes por no haber sido capaces de lanzarse al ruedo político y dedicarse también a robar con el beneplácito general, cuestión que probablemente no impide que pongan sus cinco sentidos a la hora de timar, falsear y aprovecharse de tanto incauto que no tiene la precaución suficiente de evitar caer en sus manos cualquiera que sea el negocio al que se dediquen.

Toca votar y oír a los mismos que predican sobre el buen corazón de todas las personas, del amor que falta entre ellas y de la bondad que nos redimiría de tanta maldad como hay en esta vida, de la ausencia de ese sentido común que sabiamente orienta hacia al redil a tanto descarriado perdido en un mundo sin fe ni esperanza en el que únicamente prima un individualismo cruel que solo es egoísmo; queda preguntarles si entre tanto amor va incluido aceptar de buena voluntad y resignarnos con nuestra situación presente como un mal menor, conformarnos y asumir de buen grado que hemos tenido la poca fortuna, que no desgracia, de venir a este mundo no en el lado equivocado sino en el que la sabia naturaleza, en su pura inconsciencia, nos ha otorgado, un lugar que, bien visto, nos propone el saludable y reconfortante desafío de esforzarnos en salir adelante por nosotros mismos. Esa misma naturaleza que, sin embargo, bendijo a otros con una vida de comodidades y holgura que se dedican a disfrutar como almas obedientes de una sabiduría tan antigua como la explotación entre humanos.

Toca votar, toca oír a tanto espíritu puro que nos prometerá la revolución definitiva, la tanto tiempo esperada a cambio de nuestra papeleta, una revolución que dará la vuelta a la tortilla sin que tampoco sepamos con qué resultado y si es esa nuestra verdadera intención a la hora de depositar el voto, por lo que habremos de renegar de lo que hoy mismo somos a cambio de no saber qué lugar y quién seremos en esa esperanzadora revolución en la que habremos de aprender a estar porque será todo nuevo. Un volver a nacer con otro nombre, otro espíritu, más guapos, más ricos, felices y justos, algo tan distinto a nosotros mismos que da miedo pensar en tanto cambio contenido en solo una papeleta en la que simplemente se nos propone pasado mañana.

Toca votar, y aguantar durante semanas a tipos honrados y no tanto obligándose a mentir sistemáticamente con tal de mostrarnos una cara amable que ellos y nosotros sabemos que no es cierta, aceptar de buen grado un simulacro social del que a estas alturas nos sabemos cansados, participantes obligados que por unos días intervendremos en conversaciones y parodias de las que en el fondo no nos fiamos, escondiendo nuestra voluntad e intereses por una especie de prurito de autenticidad del que aún nos gusta presumir cuando nos viene en gana en función de ese torero y tan local… a nadie la importa a quien voy a votar.

Toca votar y quebrarnos la cabeza sin querer, a nuestro pesar, a no ser que seamos de esos tipos auténticos y viscerales que en todo momento tienen claro de qué color es este mundo y cuál es su papel en él, que hay una única certeza, la suya, mientras que el resto vive prisionero y engañado, desorientado en un desconfiado y solitario desconocimiento de la verdad que confunde y aísla, abandonando sus voluntades en manos de una panda de mafiosos y truhanes sin escrúpulos.

Toca votar.

Esta entrada fue publicada en Política. Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario