En principio estas letras iban a ser otras, me apetecía comentar los pasados incendios en la costa californiana, su repetición anual y por qué, desgraciadamente, los de hace unas semanas tuvieron tan trágicas consecuencias. Me sorprendía que la nación más poderosa del mundo, sobre el papel, viera cómo año tras año se suceden los incendios en circunstancias similares, cómo al parecer resultaba imposible organizar una previsión y protección permanentes que atajaran el fuego de raíz y minimizaran sus destrozos ¿a qué se debería la aparente inferioridad e inoperancia de los medios contra el fuego?
Luego leí una entrevista a alguien directamente relacionado con la extinción de los mismos, en ella se decía que pese a contar con unos medios suficientes, bien preparados y en permanente alerta, en los de este otoño coincidieron una serie de factores meteorológicos e imprevistos humanos que hicieron muy difícil o prácticamente imposible contener las llamas antes de que alcanzaran poblaciones que quedaron completamente devastadas, además de sumar más víctimas y desaparecidos que ningún otro año. Después silencio.
También quería hacer mención del tosco señor que dirige aquel país, ese ricachón interesado e ignorante a la hora de desechar e incluso negar tanto el cambio climático como sus consecuencias, y tan estúpido como para ser capaz de afirmar en público, en los primeros momentos del pasado incendio, que uno de los culpables del mismo y de sus trágicas consecuencias era el Estado que él mismo dirige, como si el mayor problema fuera el mínimo Estado del que disponen.
Y hace unos días leía que en el adalid del libre comercio salvar la propia vida es una cuestión negociable -probablemente alguien piense cómo he sido tan tonto que no haberme dado cuenta antes-; existen los bomberos privados, otro de los servicios que usted puede contratar a través del doméstico seguro del hogar. Servicios que, llegado el caso, se dedicarán en cuerpo y alma a salvaguardar y proteger su casa y posesiones antes que las del vecino -para eso paga. Bueno, si interesa proteger la casa del vecino para que el fuego no llegue a la suya pues se beneficia indirectamente al vecino y casi se gana un cliente.
Cuestión esta que, en parte o totalmente, podría explicar cómo todavía la ciudad de Nueva Orleans sigue sin recuperarse del ya casi olvidado huracán Katrina, no hay dinero ni seguros que intervengan si Vd. no paga por adelantado. Son los pobres de siempre.
También leí que los bomberos privados tienen la obligación de coordinarse y no sé si ponerse a las órdenes de la dirección de la lucha contra el fuego antes de pasar a la acción, pero me temo, tal y como imaginan, que finalmente todo vendrá a parar a lo mismo, quién paga exige prioridad en la atención, el resto importa menos. Si usted sufre un infarto y tiene un seguro médico privado probablemente se salve -por aquí afortunadamente y de momento no-, y si desgraciadamente le ha tocado por falta de cash la sanidad pública inevitablemente fenecerá. Y si tiene la desgracia de que un incendio se declare en las proximidades de su residencia, al menos sabrá con total seguridad que cuando el fuego llegue a su casa el resto ya estará hecho fosfatina; lo que para alguno quizás sea un consuelo.
No pretendo descubrir nada nuevo pero, trasladado a nuestro país, no deja de ser perverso que disponiendo -comparado con lo que existe fuera de nuestras fronteras- de unos servicios médicos y sociales de los más amplios y competentes nos dejemos la piel y el dinero contratando servicios privados que jamás serán más profesionales que los públicos. Además, dentro de poco probablemente también lleguen por aquí los bomberos privados con los que presumir ante el vecino.
Todo lo que hasta ahora nos salía gratis -evidentemente vía impuestos; no deja de ser una forma de hablar- acabaremos pagándolo a costa de nuestro esfuerzo y dinero. Es lo que tiene aquello de querer ser más que los demás.