Sorprendente

El revuelo que parece haberse armado con motivo de la sentencia contra los brutos descerebrados de Pamplona no deja de ser sorprendente, sorprendente porque tal vez mucha gente deseaba inconscientemente ver en ella algo que demostrara, al fin, que vivimos en una sociedad civilizada. Se equivocaban, solo eran deseos.

Y digo que me sorprende porque a veces nos cuesta entender y entendernos, además de aceptar el lugar y la sociedad en la que, para bien y, como en este caso, para mal, vivimos.

Que cinco bárbaros crueles no tengan ni vean objeción alguna en utilizar a otra persona como un objeto para su satisfacción más egoísta demuestra, una vez más, que habitamos en una sociedad enferma; que durante el juicio hubiera propios y extraños, de los llamados normales, que intentaran exonerarlos, justificarlos y defender una situación de violencia y poder entre desiguales basada en la fuerza y el número de los poderosos ya es para echar a correr lo más lejos posible de esa gente.

Que juzguen, por decirlo de algún modo, esos casos tipos que envejecen entre dictámenes y jurisprudencia que en más de una ocasión parece ajena a la realidad social, señores dedicados a asentar y crear más poder a partir de una situación de hecho injusta contra la mitad de la humanidad a la que se viene denigrando y humillando desde casi el principio de los tiempos es para echarse a llorar.

Que haya que leer cómo uno de esos abducidos por la toga humilla públicamente a una víctima ingenuamente creyente de la mano de un lenguaje legalmente capcioso y un meloso y desleal respeto por mor de una jurisprudencia puntillosa hasta el absurdo e insensible con las situaciones más descarnadas es para enrojecer hasta explotar:

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P. Buenos días.

R. Buenos días.

P. Solamente tres o cuatro precisiones y nada más. Reiteradamente, el comentario a las contestaciones que ha ido dando es que la situación le supuso un shock, se quedó bloqueada y se sometió. Que no sintió daño, que no hubo fuerza física y que tampoco hubo amenazas, sino que fue la situación de shock la que usted tenía y que sucedió lo que sucedió.

R. Sí.

P. Bien, esa es la percepción suya. La pregunta que le hago es: ante esa situación, desde el punto de vista de los acusados, ¿qué manifestación hizo usted, de cara a ellos, para que supiesen que usted estaba en situación de shock y que estaban teniendo esa situación de relaciones sexuales sin consentimiento por su parte, ¿cómo pudieron ellos… si usted hizo algo, manifestó algo, verbalizó algo…?

R. No, no. O sea, yo cerré los ojos… No hablaba, no estaba haciendo nada, estaba sometida y con los ojos cerrados. Si eso… Estaba con los ojos cerrados y sin hacer nada, ni decir nada ni nada. Entonces, si…

P. No estoy valorando, sólo pido una descripción de los hechos, porque somos, obviamente, quienes tenemos que resolver. No valoro nada, quiero simplemente puntualizar, desde mi punto de vista, extremos que pudieran ser relevantes en su caso. Desde ese punto de vista, su percepción ya la ha comentado, quería saber si, desde el punto de vista de los procesados, hizo usted en algún momento, algún gesto, alguna manifestación, alguna actuación suya..?

R. No hablé, no, no, no grité, no hice nada. Entonces, que yo cerrara los ojos y no hiciera nada, lo pueden interpretar como que estoy sometida o como que no.

P. En cualquier caso, daño, dolor durante ese episodio ha quedado claro que no sintió usted.

R. Es que no me acuerdo si en ese momento… Lo único que estaba con los ojos cerrados y pensando en que se acabara.

P. En que se acabase la situación. Gracias.

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(El Mundo, 26 de Abril de 2018)

 

Este es uno de esos casos en los que suele decirse que la violencia engendra más violencia.

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