Cebollas

Antes de que llegara el verano algunos ya estábamos cansados de verano gracias a unas temperaturas en exceso veraniegas cuando todavía no era verano. Pero supongo que otros muchos habrán disfrutado del calor extenuante de estos días, aunque no sé cómo e imagino que probablemente a la sombra, donde el sol de estas latitudes no llega, un disfrutar relativo puesto que bajo este sol es casi imposible desenvolverse en condiciones normales; tal vez los jaraneros amantes del sol y fiestas, más bien nocturnos, aunque eso sea jugar con ventaja. También estarán disfrutando de lo lindo los suministradores de cerveza y los vendedores de aparatos de aire acondicionado. Con esta meteorología tan acuciante el futuro se presenta soleado y con cada vez menos agua -llegarán las plegarias en procesión-, y la cerveza no es la solución, o sí, pero no para los pocos que sigan apegados a esta tierra en la que solo quedarán lagartos y conejos; ni siquiera el campo permanecerá, sobre todo ese regadío de locos empeñado en inundar caminos de agua a pleno sol y con cuarenta grados para empachar un triste campo de cebollas que habla más de la mezquindad de su dueño que de su visión empresarial. Mendrugos para hoy y hambre para mañana ante la desidia y pasividad de una población más preocupada en llenar la piscina que en reparar en el enorme desierto que estamos creando a nuestro alrededor. Pero, qué vamos a decir, ya lo sabíamos, lo que no vaya directamente con nosotros es como si no existiera.

Es tiempo de ligerezas -para algunos todo el año- y un siempre desesperado refrescarse a toda costa porque la estación lo pide, tiempo de reparaciones y descanso, de nuevos fichajes futboleros y de periodismo de relleno porque hay que hacer noticia cualquier intrascendencia en la que quepa un rostro conocido. Algunos se repiten con la cantinela de que este verano hay que leer, y brotan expertos en nada recomendando encarecidamente recomendaciones a comisión, un rellenar huecos a la búsqueda de tibios lectores, esos lectores de verano necesitados de nimiedades fáciles de digerir mientras su equipo favorito anda entre yates e islas paradisiacas. Otros siguen defraudando, es curioso, los futbolistas son los más atentos a la hora de adaptarse y practicar virtudes nacionales como el fraude y el choriceo ¿por qué será?

El gobierno, también a lo suyo, un permanente stand by que ya a nadie extraña. Luego resultará que, según el plumífero más zalamero e interesado, lo del gobierno era una sabia forma de gobernar, un auténtico saber estar consistente en no hacer nada mientras el sistema seguía moviéndose y en su imparable lentitud nos transportaba tampoco sabíamos dónde, puesto que al no ser los que tiran sino los tirados solemos ignorar el final de las cosas. Cuando lleguen, repito, no sabemos qué, ese mismo espabilado de turno sentenciará: si, según él, nos son favorables, hicimos bien en esperar y el presidente es un auténtico político, de lo contrario, no se pudo hacer nada porque los vientos venían así y nuestra capacidad de movimiento era mínima, quedaba proteger lo que teníamos, o sea, casi nada.

Llegan días de poca actividad, ya no sé si es una moda o una orden, tampoco es que por aquí habitualmente se muevan mucho las cosas, fiestas, más, descanso, más, e indolencia. Otro verano, otro intermedio hacia otro intermedio en el que planearemos otra renovación inútil que acabará en la papelera porque cuando la parimos sabíamos que no llegaría a buen puerto, sobre todo porque entrañaba esfuerzo, y ya sabemos que el esfuerzo no va mucho con esta tierra, el sol, dicen, “la calor”, que no se puede soportar, la misma espera de siempre por ver si alguien mueve ficha y se acuerda de nosotros, la revolución, si cabe, y si no hay para tanto o para nada armar jaleo a costa de cualquier vena local y temperamental que nos redima de nuestro permanente aburrimiento y escasa imaginación, o de nuestra poca razón para conducirnos felices y prósperos, de eso nada, ruido y algarabía, en cualquier caso lo más parecido a la fiesta, eso tan de aquí; y después unas cervecitas ¡aj!

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