Aguardando en un banco antes del viaje inevitablemente terminas curioseando los rostros de los otros viajeros, todos aquellos que van y vienen con pasos de ir a algún sitio y prisas de circunstancias, el pensamiento inevitablemente amarrado a un siempre efímero presente con destino en otro lugar, el tiempo en su contra porque solo es un intervalo hasta, ese por el momento alejado desenlace que pasará a convertirse en inicio o final, punto de inflexión en el que este tiempo intermedio cumplirá su propósito dando paso al ansiado disfrute o, en cambio, concluirá con un merecido descanso. Muchos arrastrando bolsas y maletas en las que viene y va contenido un equipaje provisorio entre escueto e indispensable, o sobrealimentado con objetos y decisiones tomadas en el último momento porque las dudas no ayudaban mucho y el tiempo ya empezaba a apretar. Algunos claramente sofocados y aún en manos de unas prisas que, estas sí, no eran las de todos los días, sino que llevaban aparejado un plus de definitivas con el que no cabía jugar ni dejar para otro momento. Otros, sin embargo, muestran un aspecto más relajado, disfrutan de este intermedio que es el viaje porque lo consideran tan importante como el próximo destino, siempre parte desde la que saborear por adelantado los proyectos que ya aparecen casi a la vuelta de la esquina o, en cambio y aunque sea el último cartucho, una etapa necesaria que todavía expele ese aroma, aunque con trazas de obligado final, de lo que hasta hace unas horas seguía siendo la culminación de aquellos planes por fin cumplidos y que tal vez no vuelvan a repetirse.
Trasiego de grupos y personas que, aparentemente alimentado por una fuente misteriosa, no cesa y en algunos momentos hasta parece que no pueda tener fin; aunque, sin causa aparente o que venga a cuento, lleguen otros minutos en los que la fuente de viajeros de pronto fluye a borbotones o incluso amenaza con secarse definitivamente. Y unos minutos antes de la hora fijada nosotros también nos incorporamos a la corriente general ahora convertidos en objeto de observación para otro u otros que, en otros lugares no muy alejados de allí, entretienen sus respectivas esperas de la mejor forma posible, o hasta es probable que les guste buscarse entre esos rostros viajeros siempre a la zaga del minuto siguiente, en apariencia permanentemente imposibilitados para realizar sus presentes.