Hacía mucho tiempo, años, que no salía de un bar impregnado del desagradable olor a tabaco, hasta tal punto que una vez en casa no tuve más remedio que airear la ropa en la terraza, de lo insoportable que era. Puede que alguien se extrañe y puede que no, estos últimos, sabedores del país tramposo y marrullero en el que vivimos, no se sorprenderán. Si, dicen que el tabaco está prohibido en lugares públicos cerrados, la cuestión es que el término cerrado admite infinidad de interpretaciones, a cual más interesada. Que si con un techo es suficiente, que si se necesitan dos o tres paredes para que pueda aplicarse la prohibición, pero da igual, en este puñetero país tan poco solidario los enfermos del tabaco parece que llevan las de ganar, eso sí, arropados por esos hosteleros a los que les importa la caja más que el servicio.
Tal vez alguno se ha creído que eso de cerrar las terrazas era para aumentar la clientela de bares, restaurantes y lugares de copas, pues no, las terrazas se instalan para admitir a los fumadores que, ya sin problemas de timidez o vergüenza por lo ostensible y penoso de su enfermedad, se dedican a soltar humo con el gregario asentimiento del resto de la población, haya o no haya niños o personas a las que pueda afectar el humo del tabaco.
Nunca he tenido nada contra el tabaco, pero es absurdo volver a insistir en lo que es un hecho infinidad de veces constatado. Fumar tabaco es fumar mierda fabricada intencionadamente con el único fin de que el pusilánime y corto de inteligencia de turno no pueda librarse de su enfermedad mientras enriquece a cuatro tipos desaprensivos que se pasan la enfermedad del imbécil por el arco del triunfo.
Es lo que hay, la ansiedad de tantos infelices es un negocio para los mismos de siempre. Luego vendrá el médico con sus advertencias de última hora y el cretino que fumaba porque le salía de ahí mismo y se ofendía si alguien se atrevía a censurárselo se comportara como un niñito bobo y obediente que tiene que dejar su vicio porque de lo contrario saldrá con los pies por delante.
¡Uf! ¡¿Cómo podemos ser tan sumamente estúpidos!?