Rutinas

El verano va diluyendo poco a poco el ánimo y minando la capacidad de trabajo hasta dejarnos en manos de una rutina pendiente de la temperatura de la que resulta muy difícil escapar; quedan las madrugadas como preludios, esas pocas horas en las que se puede respirar y, si se es capaz, aguantar hasta contemplar la salida del sol más como una bendición que como una amenaza, y disfrutarlo como si fuera la primera vez hasta que el sueño o la luz te venzan.

Qué fácil les resulta a quienes soportan temperaturas menos extremas juzgarnos y añadir alguna que otra gilipollez para etiquetar negativamente lo que ellos creen caprichos o perezas locales que fundamentan unas formas de ser que, felices ellos, nos impiden llevar una vida dedicada enteramente al trabajo como único modo de vida. Hasta los que no llevamos el verano con gusto hemos de admitir que tanta luz es tan agotadora como única y el amarillo un color que aviva y reseca el alma al mismo tiempo hasta derrotarte por falta de aliento e incapacidad para sentirlo.

Muy lejos quedan aquellas rebajas que marcaron otro verano más, baza postrera del consumo gastada con demasiada premura y también vencida por la exclusiva preocupación de hallar un lugar a la sombra, un refresco o un dejarse llevar hasta la noche, tregua esperanzadora en la que compartir la pereza de mantenerse despierto hasta que el cuerpo aguante.

Hasta que un día advertimos un cartel publicitario anunciándonos y preparándonos para lo que viene, el fin de estas jornadas tan largas, poco productivas y nada dadas a otro negocio que no sea el de refrescarse a toda costa; nuestros explotadores particulares, nerviosos por la tardanza y los números casi paralizados, comienzan a avisarnos del paso de las estaciones envolviéndonos a traición con los colores de moda para el nuevo -otro más- curso escolar. No nos queda más remedio que suspirar y no sabemos muy bien por qué, si porque el verano toca a su fin o porque en el fondo no nos apetece una pizca lo que viene a continuación. El otoño ya está aquí, nos anuncian los agoreros encargados de recordarnos que el tiempo no se detiene -¡como si no lo supiéramos!-, y todavía seguimos vivos y nos toca rascarnos el bolsillo en aras de una beneficiosa producción nacional que, dicen, enriquece al país y nos sitúa en el mundo a costa de nuestras golpeadas carteras.

Y ya están aquí el fútbol y la lotería de Navidad, las mismas esperanzas y sueños, más disparatados si cabe, curtiendo nuestra indeleble docilidad que nos mantiene obedientes e incapaces de sentarnos a un lado del camino para ver pasar el tiempo o, por qué no, darnos la vuelta si nos apetece y frecuentar otros prados dónde nunca antes estuvimos y que probablemente nos entretengan con novedades que no sabremos disfrutar porque hemos llegado a un punto en el que todo lo nuevo nos pilla de sorpresa y sin fuerzas para cambiar el punto de vista. Y a poco que miremos hacia adelante nos plantaremos en los próximos Abril o Mayo, meses en los que, contando con los mismos agujeros en los bolsillos, las competiciones deportivas estarán en toda su salsa y ya habremos pasado otro duro invierno y andaremos suspirando por una nueva primavera, preámbulo de otro verano y sus rutinas, como éste que se nos va, hacia el que nos deslizaremos tan perezosos como felices.

 

Esta entrada fue publicada en Uncategorized. Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario