Prensa

La polémica, si es que puede llamarse tal, ha durado bien poco, el señor Iglesias ha pedido disculpas por acusar a la prensa de cierta inquina hacia él personalizándola en algunos periodistas, pero mantiene las críticas y muy educadamente elimina los nombres -seguimos estando en campaña. Pero lo más sabroso de todo ello es que el señor Iglesias tenía razón, las palabras que dijo en la Universidad -el público entre el que está más cómodo y el terreno en el que mejor se mueve- eran ciertas, hay un periodismo que vive y disfruta de atemorizar a la población con las peripecias del señor Iglesias, son su desayuno de cada mañana, sobre todo porque el personaje viene representando para la “gente decente” de este país al mismísimo diablo, tanto en sus formas como en sus medias verdades; en sus declaraciones, sus desafíos, sus advertencias o sus amenazas, taimadas o no.

Porque hay un periodismo en España que cada mañana se sirve del señor Iglesias para ofrecerlo como alimento envenenado a una gran parte de la población necesitada de un previsible y cómodo como Dios manda y para quien el tipo en cuestión pinta como el representante en la tierra de las más oscuras amenazas que pesan sobre el temeroso subconsciente del país. A gran parte de la prensa de mayor tirada y a algunas emisoras de radio les gusta advertir, contemporizar, babear y soltar bilis a costa de la última tropelía, real o inventada, del señor Iglesias, hay toda una caterva de plumillas, prestigiosos y menos, dedicado a mirar con lupa por el “bien general” -encima creerán que les debemos estar agradecidos- todo lo que hace este señor; bueno, todo menos de su aburrida forma de vestir, plana y sin imaginación, ¿será igual su forma de gobernar?

Lo que dijo el señor Iglesias en la Universidad sobre la prensa era completamente cierto, cualquiera lo puede constatar con sólo echar un rápido vistazo matutino a los periódicos o sintonizar la radiodifusión nacional y llegará a cansarse de tanta fijación. En muchos casos periodistas y presentadores parecen auténticos perros de presa -sirvientes de sus paganos y nada independientes-; presuntos y hasta violentos salvadores del país -más salvadores- empeñados en pintar de rojo sangre el futuro si cae en manos de este señor. Entre unos y otros lo han convertido en el necesario chivo expiatorio para una parte de la población al parecer más preocupada por su bolsillo que por el penoso letargo que sufre la política nacional; Pablo Iglesias se ha convertido en el muñeco al que apalear cada mañana, da igual el motivo, el coco, un coco que en los peores sueños puede pintar real si es capaz de convencer a tanto ciudadano indeciso y cansado de que le tomen el pelo y decide tirar por la calle de en medio votando a quienes, más por sus formas que por sus actos, pueden amenazar las sinecuras de tanto incompetente estomago agradecido como en la actualidad parasita la política de este país.

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