Regalos

Como buenos mediterráneos e ibéricos tan dados al todo o nada este país se ha regalado para Navidad una variopinta y repleta mesa de negociación en lugar de un nuevo gobierno. Y como no podía ser de otro modo unos y otros ya andan lanzando brindis al sol prometiendo o exigiendo certificados, dignidades varias y mostrando corazones incorruptibles que no están en venta porque su pureza es casi divina, además de mostrar cara de póker, por si acaso, antes de vérselas con sus contrincantes políticos o enemigos irreconciliables en la citada mesa de pactos. Conociendo el percal es de temer que las hipotéticas negociaciones sean más bien una cuestión de bemoles, con lo que la cosa se puede demorar sine die y acabar en otras elecciones dentro de unos meses.

Empeora o dificulta la cuestión que después de cuarenta años de democracia a la española los sucesivos gobiernos de cualquier signo, más preocupados por hacer del poder su propio cortijo, hayan sido incapaces de orquestar una política de Estado que nos identificara mínimamente fuera de nuestras fronteras, una cuestión más importante de lo que parece que hubiera venido a significar, más o menos, la elección y puesta en práctica de una serie de puntos fundamentales en cuanto a la administración y el gobierno de esta tierra y sus gentes. Porque lo poco que se ha conseguido levantar se hizo forzados por las enormes cantidades de dinero que Europa nos concedía como país en desarrollo, pero al parecer es tan escaso y tan poco apreciado por la misma población que ya lo estamos repudiando y dejando que se muera sin mover un solo dedo. Será que de pronto nos hemos vuelto ricos y despreciamos todo lo que huela a común o público.

Pero ojalá me equivoque y por esta vez las negociaciones venideras que sentarán en la mesa a estas nuevas propuestas políticas que tanto hablan de entendimiento, regeneración democrática y lucha sin cuartel contra la corrupción y las malas prácticas políticas fructifiquen y, por fin, sean capaces de organizar un país nuevo sin los viejos rencores. Por ello supongo que antes de apuntar demasiado lejos y pedir la luna reconocerán que en primera instancia necesitamos combustible y dónde y cómo conseguirlo para solventar nuestro más prosaico día a día.

Porque si va a suceder lo mismo que viene ocurriendo en Cataluña, donde después de tres meses siguen sin gobierno y sin ponerse de acuerdo en cuanto a la gobernabilidad más urgente, entonces mejor coger la puerta y cerrar el chiringuito. Si la mejor propuesta de gobierno es la inercia administrativa que sigue dirigiendo los asuntos de los catalanes pero trasladada al conjunto de la península mejor dejamos el país en manos de una gestoría.

Parece que por aquí cuesta entender que la política es una actividad dedicada a los medios antes que a los fines, y medios significa formas y decisiones de gobierno que se preocupen en primer lugar del presente de una población que, a partir de unos mínimos dinerarios, educacionales, sanitarios, sociales y de honradez, impepinablemente debe construir los cimientos dónde se apoyarán, lo quieran o no, las generaciones y el tiempo futuro. Se trata de echar a andar sin rompernos la crisma en el primer escalón, y que los que vengan detrás puedan disfrutar de la escalera.

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