Siempre Alice

Siempre me ha sucedido a la hora de sentarme ante una película de estas características, al final acabo preguntándome si lo que he visto es lo que normalmente se entiende, o personalmente entiendo por cine. Sí es cine, puesto que el medio es el medio cinematográfico, y hay otra razón aún más poderosa, no han de ponerse límites a lo que puede exponerse en una gran pantalla, aunque ello implique tener que aguantar tanto despropósito etiquetado como cine que sólo es material de relleno montado de cualquier manera, o tragarse los delirios de grandeza de algunos tipos que oyeron por ahí eso del cine de autor y se empeñan en filmar sus fantasmas y desvaríos personales en formato de lujo.

El cine como medio ofrece la posibilidad de divulgar y popularizar documentos y creaciones específicas que ponen al alcance del público problemas y situaciones que, de otro modo, serían ignoradas o pasarían desapercibidas para una mayoría. También puede utilizarse el cine para concienciar a la gente sobre problemas de cierta importancia sufridos o sólo conocidos en círculos reducidos. Sin embargo, sigo diferenciando el cine como un trabajo que comienza y acaba en sí mismo, la película, una producción exclusiva con una historia y unos protagonistas únicos -lo que no impide que tema y personajes puedan representar o ejemplarizar cualquier situación de la vida real. Una película cuenta una historia ficticia o con visos de realidad y el espectador, olvidado de sí mismo, disfruta o sufre con ella al sentirse atrapado entre sus hilos viviendo las vicisitudes de los personajes. Viene a mi memoria un documental de hace unos años, Searching for Sugar Man, la pequeña o gran historia artística del desconocido cantante norteamericano Sixto Rodríguez, quien triunfó en Sudáfrica sin que él mismo lo supiera. En este caso, a las sorprendentes circunstancias de la historia se añadía un excelente guión que atrapaba al espectador como si se tratara de una película más; la narración de unos hechos reales estaba tan bien montada y dirigida que uno llegaba a emocionarse a medida que iban transcurriendo los minutos y descubría cada uno de los pasos que llevaron al protagonista a conocer su éxito en la otra punta del mundo. Allí era tan importante la historia como la forma de contarla.

Pero el cine es fundamentalmente contar, y Siempre Alice cuenta una historia que, según mi parecer, se parece demasiado a un documental. No pretendo entrar a valorar la importancia o actualidad del tema de la película, pero al margen de la interpretación de la protagonista -muy por encima del resto y por la que Julianne Moore recibió un Oscar- uno tiene la impresión de haber visto un documental sobre los estragos que produce la enfermedad de Alzheimer en el enfermo y el mundo que le rodea. Es cierto que la acción podría haber retratado a otros personajes con menor poder adquisitivo y situaciones personales mucho más peliagudas o conflictivas intentando hacer más sangre en el espectador; pero, en cualquier caso, creo que la cinta se parece más a una dramatización documental que una película tal y como suelo entender. Por eso me queda esa extraña sensación, la duda entre película o documental.

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