En estos días se está celebrando el Campeonato del Mundo de Balonmano en Qatar, un pequeño país árabe de apenas dos millones de habitantes -de los cuales aproximadamente el 85% son trabajadores extranjeros-, productor de petróleo y gas natural y extremadamente rico. Qatar, como país anfitrión, dispone de su correspondiente selección en el torneo y, por lo ocurrido hasta ahora, parece que habrá que contar con ella con vistas el resultado final. Curiosamente, la selección catarí está dirigida por un equipo técnico extranjero -más concretamente, español- y la mitad o más de los jugadores que forman el equipo proviene de otros países, nacionalizados específicamente para la ocasión; además, también han importado -a gastos pagados mientras dure el torneo- su propio público, que viste, grita y actúa como local a la hora de animar y apoyar a sus chicos, lo que parece algo más que un decir. Todo ello en un o unos modernísimos pabellones que generalmente lucen casi vacíos. ¿Por qué? ¿Para qué montar semejante pantomima? ¿Dónde están las rivalidades históricas, las banderas, las virtudes patrias, los enfrentamientos a cara de perro y toda esa parafernalia que tanto gusta pregonar a la prensa más cutre y casposa buscando enardecer a masas que, de pronto, han dejado de existir? ¿En qué han quedado las tan históricas y trascendentales guerras modernas organizadas alrededor del deporte? Negocios. Si les preguntaran a jugadores o técnicos del equipo anfitrión probablemente les contestarían que a ellos lo que realmente les gusta es el balonmano, el deporte, por eso precisamente están allí. ¿O es el dinero que reciben por defender una bandera que no deja de ser de conveniencia? Es lo que venían haciendo en las guerras de verdad los mercenarios de toda la vida, venderse al mejor postor.
En realidad, la cuestión no deja de ser anecdótica, pero es bueno que suceda, es el futuro, un mero espectáculo basado en la misma ambición y la misma codicia de siempre, o, si prefieren seguir sintiéndose románticos, imaginen que se trata de amor al deporte. ¡Ah! el deporte, pero ¿qué es el deporte? ¿hay que hablar de deporte o de competir? Demasiadas preguntas; no obstante, ya va siendo hora de que a las cosas se las llame por su nombre.
Los que se mueven alrededor del negocio callan o sonríen irónicamente cambiando de tema. Se trataba simplemente de una cuestión de dinero.