Polvorones

En este país la señora Rosalía Iglesias -la parienta del entrullado por “presunto” ladrón Luis Bárcenas- se permite ladrarles en su propia cara a los empleados que vigilan a su santo: “A los funcionarios quiero verlos colgados del cuello”; y esto después de incordiar vía supuestos derechos de clase adquiridos, vociferar en plan chulesco eso -tan de fachas- de que no sabían con quién estaban hablando e intentar saltarse a la torera las normas establecidas para tocarle el culo, como Dios manda, a su ilustrísimo. El mismo tipo al que el señor Rajoy daba todo su apoyo -vía e-mail- en estos tiempos tan duros.

La honorable señora Pujol miraba la dentadura, tal y como se hace con las caballerías, a cualquier bicho viviente a su servicio -léase apellidos y genealogía que demostraran sus raíces cien por cien catalanas-, y si el incauto de turno no podía exhibir una ejemplar limpieza de sangre y aparecía culpablemente manchado por algún ancestro degenerado proveniente de otra tierra que no fueran la catalana, era puesto inmediatamente de patitas en la calle. Hubiera tenido un serio conflicto consigo misma si se hubiera mirado la suya.

Un tal Ibarretxe, antiguo presidente de cortijo autonómico, presumía hace unas semanas en prensa de la diligencia, laboriosidad y honradez de los vascos en comparación con el resto de los españoles; pero lo que callaba este paniaguado y astuto señor es que sus impolutos vascos disponen para sus propios servicios públicos del doble de dinero que los desastrosos y perezosos españoles -y contribuyen muchísimo menos que el resto- gracias a unos suculentos y cicateros acuerdos económicos obtenidos a punta de pistola del gobierno de Madrid -para eso servía ETA durante el tiempo que tuvo amenazado al país reivindicando unas falsas exigencias decimonónicas por las que se dedicó a asesinar salvajemente a cualquiera que le viniera en gana.

El señor Fabra -ahora también en el trullo- se jactaba públicamente de que todas las familias de Castellón estaban en deuda con él porque había colocado -a dedo- a uno o varios miembros de cada una de ellas.

Cuando uno visita La Mezquita de Córdoba, que es el principal motivo por el que acuden a ella el cien por cien de sus visitantes, se encuentra con un folleto que únicamente habla de catedral; tal fraude lo fomenta y distribuye una poderosa, reaccionaria y antigua secta constituida por clérigos que se dicen practicantes de la religión católica, culpables del atraso histórico que sufre esta tierra, y que parasita a costa de los contribuyentes apropiándose de todo lo que puede con el consentimiento del gobierno de la nación. Estos mismos tipos que hablan de dignidad, tolerancia o vergüenza callan y/o permiten entre sus integrantes algunas de las más viles violaciones infantiles que uno pueda imaginar, la mayoría de las cuales nunca verán la luz; somos muchos los que conocemos a alguien que estuvo interno en un colegio de curas y que no quiere volver a verlos ni en pintura.

El presidente del cortijo gallego, ante unas fotografías en las que se le veía acompañando en su lancha particular, de vacaciones, dicen, a unos de los más importantes traficantes gallegos, afirma desconocer tan lucrativa faceta de su adinerado acompañante.

Hay mucho más, pero esto es solo una variada y curiosa muestra navideña de la natural chulería y el enorme desprecio que, exclusivamente para consumo propio, cultiva esta especie de jactancioso, tonto y atrasado país. Vaya donde uno vaya el tipo nativo es, en general, el mismo, parecidos los enfrentamientos e idénticas las baladronadas, da igual que hablemos de rivalidades catetas o desplantes gratuitos, entre pueblos miserables o entre ranchos autonómicos, el caso es hacerse valer a costa de despreciar al de al lado, en eso somos, todos, españoles de pura cepa. Pero sigo sin entender tanta mezquina impertinencia y folclórico rasgarse de vestiduras, porque lo primero que debería suceder es que se nos cayera la cara de vergüenza por supurar tanta bilis, por odiarnos y despreciarnos entre nosotros con semejante inquina para regocijo y cachondeo del resto del mundo. 2015 aguarda a la vuelta de la esquina aterrado.

 

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