Estambul (y 4)

 

La niña, de unos diez años calculados a bote pronto, aguarda junto a la máquina expendedora de tiques para los barcos que cruzan el Bósforo -una especie de fichas metálicas del tamaño de una moneda de cinco céntimos-, su altura apenas alcanza la parte más baja de la máquina pero su atención, que sobrepasa por arriba cualquier medida, avista al extranjero dubitativo cuando se va aproximando, y antes de que éste se disponga a seleccionar o solucionar sus correspondientes dudas acerca del precio y número de fichas consultando la pequeña pantalla le pregunta e intenta orientarle mediante monosílabos ingleses aprendidos sobre la marcha, de tal modo que antes de que uno mismo cumpla diligentemente los pasos que van apareciendo en la pantalla ella ya ha ido pulsando sin ningún género de duda la tecla correspondiente; al final la máquina escupe las fichas y el cambio y ella, satisfecha por su trabajo, aguarda mirándote con ojos como platos, ¿qué se hace entonces?

Hay más niños y niñas así, también más pequeños, con pocos recursos o sin ninguno viviendo en y de la calle, haciéndose un hueco de una forma tan atropellada como correcta para el lugar, son las maneras de aquí, las que se aprenden desde la infancia porque no deja de ser lo que hace todo el mundo, buscarse la vida, chicos y grandes, en una ciudad donde los jóvenes, en general aseados y de buena presencia, ganan por goleada. En esta ciudad los jóvenes bullen en un número casi incontable, es cierto que se ven muchos más chicos que chicas, adolescentes de mirada clara y retraída modestos y contenidos, siempre amables y en apariencia incapaces del mal trato o la insolencia. No disponen de teléfonos móviles a los que dedicarse las veinticuatro horas del día, se mueven de un lado a otro prometedores y reservados, orgullosos y ávidos de novedades, sin perder detalle del extranjero que dispone con facilidad de lo que ellos probablemente carecen, gustosos y aparentemente felices, rebosantes de vida pero cruelmente atados a sus propias restricciones sociales, económicas y globales. Inevitablemente uno piensa que también hay otros jóvenes que se parecerán demasiado a los nuestros, armados de teléfonos de última generación, hay zonas de la ciudad que así lo revelan, tan fatuos y altaneros como económicamente sobrados, la riqueza y su ostentación no conoce limitaciones religiosas, sociales o económicas. Pero de los que hablo no lucen igual, tanto da si te los encuentras trabajando, silenciosos, amables sin llegar a resultar serviles, atentos, diligentes y de tímida sonrisa, con unas ganas de comerse el mundo que les desborda por los cuatro costados.

A partir de ellos no resulta muy difícil calcular la media de edad de una sociedad como esta, con un futuro muy largo y una vitalidad que sobrepasa los márgenes geográficos de la ciudad, vástagos de una cultura que, atravesada como todas por limitaciones e inconvenientes, ha de cargar a la vez con un número que parece excesivo de prejuicios, carencias y contradicciones. Una gigantesca urbe de almas a las que les gusta echarse en tropel a la calle cuando los vientos suaves del verano acarician los días más largos del año, entonces los jóvenes aumentan exponencialmente ocupando por completo parques, jardines y zonas verdes,  sólo es necesario un día festivo o un soleado domingo para que uno se vea sorprendido por una enorme exhibición de vida al aire libre que toma posesión  de cualquier superficie ajardinada de la ciudad en una recreativa exposición de objetos y utensilios de campo, barbacoas, mesas, sillas, familias numerosas, chicos y chicas y juegos de niños y grandes, toda una demostración de ganas de vivir, una generalizada manifestación pública de energía privada que, honestamente, obliga al foráneo curioso a suspender cualquier crítica, juicio o valoración, dejándolo boquiabierto y complacido con tan sencillo y familiar despliegue de alegría y esparcimiento.

Una notable muestra de nervio y convivencia, la constante de cada día en esta extraordinaria y antigua ciudad que en la actualidad se llama Estambul. Por cierto, hay muchísimas más cosas que ver y disfrutar aquí, consulten cualquier guía de turismo.

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