Ahora que a Suiza le ha dado por preocuparse por la inmigración y ha decidido generosamente cerrar un poco más sus fronteras a todo aquel que no vaya con dinero por delante sería bueno construir autopistas libres de peaje con transporte gratuito desde, por ejemplo, Lampedusa o Cádiz hasta Centroeuropa -Liechtenstein y Luxemburgo incluidos- para que cualquier persona que desee mejorar su vida pueda acceder a los mercados más boyantes, es decir, llegar hasta los lugares donde la pasta parece que existe y se mueve con relativa facilidad, el trabajo -ese castigo divino- no escasea -con dinero la vida es más fácil que te sonría- y las posibilidades de asegurarse un futuro más o menos decente son mayores que en países de opereta como Italia o España.
Lo más práctico y elegante siempre será facilitar a todo aquel que se halle en esa situación el derecho a elegir y acceder donde le apetezca para intentar hacerse un hueco como mejor sepa o pueda; es tanto un derecho como un deber universal para el que no son necesarios perros ni policías, y el dinero que se gasta en ellos podría utilizarse para otras cosas. Y al paso nos callamos y trabajamos en común o nos largamos todos a Suiza a disfrutar de las montañas, el queso y los relojes -los bancos los podríamos admirar desde la calle-, siempre será más interesante que permanecer aquí soltando babas, malgastando tinta y tirándonos piedras unos a otros acusándonos con el socorrido ¡y tú más! entretenimiento de moda que ocupa el tiempo y los cerebros de progresistas, fachas, la prensa, modernos, gobierno, oposición, policía, ecologistas, izquierdistas de pro, zánganos, propietarios, curas, imbéciles, alternativos, folclóricas, el Papa, etc. -todos saben y opinan con razón pero nadie mueve el culo de su sillón, y lo que es peor, tampoco nadie hace nada inteligente desde él.
Y aunque es cierto que la culpa la tenemos todos, también es cierto que algunos pueden hacer más que otros por solucionarlo.