Últimamente estaba consiguiendo un alto grado de naturalidad y franqueza en sus envíos, y aunque había gente que protestaba, sobre todo por hacerse notar -los mismos de siempre, los que suelen tomarse las cosas como ofensas personales-, en general la mayoría había aceptado y llegado a apreciar el tono auténtico y excepcional de su obra, el resultado de un firme acto de valor que por fin había acertado a la hora de encauzar su creatividad a partir de la exclusiva legitimidad de su vida diaria, un paso adelante que no todos estaban dispuestos a dar debido a un absurdo pudor que para otras cosas menos originales y hasta vulgares no era problema, ejemplos de ello los había en abundancia, todo ese sufrimiento gratuito propagado sin escrúpulos a los cuatro vientos en forma de millones y millones de fotografías espantosas, vulgares y ridículas que hacían a sus autores pavonearse como imbéciles de su propia estupidez. Que ella supiera no existían datos o referencias de ninguna otra persona que hubiera alcanzado tal grado de singularidad y valentía en sus envíos, ninguno como los suyos, tan íntimos, quizás un poco violentos o inconvenientes al principio, pero si una quería ser original y atractiva al mismo tiempo tenía que arriesgarse con lo más comprometido, que no era tal ni lo más importante, sino el lógico resultado de la puesta en juego de un indudable coraje para fotografiar lo que todo el mundo en el fondo desea pero nadie se atreve. Ya estaba bien de fotografiar y enviar filetes, flores, montañas nevadas, pescado, puestas de sol, coliflores, torres, bollitos, pasteles, bolsos, tartas, gambones, mascotas o todas esas simplezas a las que la gente suele apuntar la cámara cuando, por ejemplo, se sienta ante un plato de comida bien presentado y que no es el de todos los días, como si las cosas realmente reveladoras sólo sucedieran fuera de una. Nunca había que olvidar la valiosa intuición, esa capacidad especial, tan íntima y personal, de ver el mundo que te rodea, así como tampoco despreciar, sin engaños ni falsa modestia, la importancia del propio cuerpo, ya que el verdadero talento a la hora de ofrecer al público tu obra ha de empezar a trabajar a partir de una misma, proceso lógico que tiene que irse ampliando y mejorando.
Por todo ello sus últimas creaciones eran la consecuencia lógica de su particular proceso creativo, a las fotografías acerca de la ingesta de alimentos, aquellos primeros planos de su boca abierta y llena de comida tan impactantes y efectivos, debían seguir estas otras donde mostrar la salida por la otra parte del cuerpo de los desechos que la ingestión y posterior digestión de aquellos mismos alimentos producía y expulsaba al exterior. Y al igual que ayer las fotografías de hoy no es que prometieran ser especiales, pero eran la obligada continuación, con igual derecho a la permanencia e interés, otro elemento más del que dejar constancia, en su breve y peculiar existencia, antes de que desapareciera por el desagüe de la taza del wáter; abrió pues las piernas y apuntó hacia sus propias deposiciones, los marrones de esta mañana lucían más brillantes y llenos de matices, adornados además por decenas de pequeñas motas negras y verdes, hizo una y luego otra, después, tras comprobar con satisfacción que las imágenes eran claras y nítidas tiro de la cadena, pero antes de limpiarse decidió enviárselas a su público, seguro que también estas les gustarían, seguían siendo igual de originales, únicas, otra manifestación más de su “vis artística”, como solía contestar a sus admiradores. Continuó con las rutinas habituales post defecación, se lavó las manos cuidadosamente y volvió a preparar el teléfono para la siguiente instantánea, y cuando apagaba la luz del baño para proseguir con su día sintió como una punzada de debilidad en su impulso creativo, algo parecido a un punto muerto porque de pronto el aliento y las ideas parecían haber volado y dudaba cómo continuar con su trabajo, era como si una parte importante de ella se hubiera ido por el desagüe de la taza del wáter; retrocedió de inmediato al baño y encendió de nuevo la luz, ante el espejo aparecía su cuerpo desnudo, se giró sobre sí misma y se dobló por la cintura hasta que el origen de su última obra se convirtió en la única imagen en el espejo, suspiró aliviada, había material para rato.