De qué hablamos

1.

Si usted posee una empresa de representación de acuerdo a la ley de la que vive y viven sus empleados -y de la que sus clientes parecen orgullosos-, y la justicia descubre que usted recibe dinero de procedencia desconocida que no aparece en la contabilidad oficial, dinero que diligentemente su tesorero reparte entre la dirección, donde no había nada surge un problema, usted está falseando datos, manteniendo una doble contabilidad y engañando a sus representados, su honorabilidad y fiabilidad quedan en entredicho.

Si tal situación no se hubiera sabido usted podría haber seguido funcionando como  siempre, favoreciendo de algún modo a sus donantes ocultos gracias a su posición en la sociedad, enriqueciéndose en la sombra y haciendo felices a sus ignorantes representados.

Pero ahora que todo el mundo conoce que su empresa obtenía dinero de forma encubierta o fraudulenta, además de repartírselo entre ustedes sin ningún temor, duda o reproche, su empresa ha dejado de ser respetada y leal con sus representados, no debería dedicarse a la representación… bueno, sí, de mafiosos como ustedes, pero entonces estaríamos hablando de otra cosa.

2.

Si una sociedad impone y hace cumplir entre sus ciudadanos una justicia común que obliga al que mal actúa a confesar su delito y a ser castigado según la ley, los dirigentes de esa misma sociedad, obviando y despreciando a jueces y justicia, no pueden dudar sistemáticamente del que confiesa haciéndole quedar por mentiroso simplemente porque es un delincuente, si esa forma de actuar se extendiera desaparecerían la justicia y la legalidad, entonces…

3.

Los que cultivan la justicia no la cultivan voluntariamente sino por impotencia de cometer injusticias. Esto lo percibiremos mejor si nos imaginamos las cosas del siguiente modo: demos tanto al justo como al injusto el poder de hacer lo que cada uno de ellos quiere, y a continuación sigámoslos para observar adónde conduce a cada uno el deseo. Entonces sorprenderemos al justo tomando el mismo camino que el injusto, movido por la codicia, lo que toda criatura persigue por naturaleza como un bien, pero que por convención es violentamente desplazado hacia el respeto a la igualdad

Platón, La República.

A propósito del Partido Popular y el “caso Bárcenas”.

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