Apunte

No se me ocurre nada lo suficientemente sonoro y contundente para denominarlo, servirían bastantes calificativos, a cual más grosero y malsonante, pero sería hacer mal uso de las palabras. De los tres términos de esta hipotética ecuación, la Iglesia de Roma, las mujeres y los fieles de aquella, no sé cual es más vil, cual más estúpido y cual más hipócrita.

Hace poco la Iglesia Católica de Roma escenificó en el Vaticano una ceremonia de santificación o investidura, da igual, no es relevante, como “doctores en la fe” de cuatro personajes que vivieron hace cientos de años. Ignoro mediante qué artimaña alguien puede ser doctor en algo tan intangible, personal, aleatorio y caprichoso como la fe y sus “particulares razones”, jamás entendidas por otros que no sean uno mismo -y tampoco- e, incluso así, difíciles de explicar a los demás por el propio sujeto en cuestión. Entre la muchedumbre semianalfabeta que poblaba la plaza de San Pedro estaban algunas de las mujeres que dirigen el partido del gobierno en España, mantilla en cabeza, que no en ristre. Mujeres que en sus vidas copulan y han copulado con quien han querido -cosa que me parece muy bien- han tenido hijos fuera del matrimonio y  viven “en pecado”, todo ello al margen y contra la religión en la que dicen creer, que no practicar. Es curioso cómo esas mujeres son capaces de estar en público sin que se les caiga la cara de vergüenza, asistiendo a una ceremonia de un espantajo de religión -cruel, reaccionaria, misógina y vengativa- que trata a los pobres y desfavorecidos con suma rudeza y desprecio, ignorando sus condiciones de vida y no haciendo nada para paliarlas o remediarlas, y al mismo tiempo lame las suelas del poder mendigando en su propio beneficio, que no en el de sus fieles; cómo nadie en su sano juicio es capaz de denunciar semejante éxtasis público de hipocresía. Y cómo millones de fieles asisten a tal aquelarre de codicia y escarnio hacia la humanidad sin sentirse engañados y repudiados, sin denunciar a sus jerarcas y exigirles en sus obras que sean consecuentes con “la verdad” que sin ninguna moralidad ellos predican.

Esta entrada fue publicada en Sociedad, Uncategorized. Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario