Tema para una novela sin éxito

Las naves alienígenas aterrizaban en algún punto de la Siberia rusa alejado de los grandes núcleos de población e ignoradas sobre todo por esos guionistas norteamericanos tan dados a fabricar catástrofes y megavictorias nacionalistas intergaláxicas en las que la sufrida tierra es salvada de los marcianos de turno por héroes de aspecto corriente con rostro famoso, o vulgar, con familias normales, hijos problemáticos y trabajos sencillos, gracias a unas poderosas y recién descubiertas virtudes de amor y sacrificio y/o cualidades heroicas hasta entonces desconocidas por los propios protagonistas y ahora felizmente aprovechadas para mayor gloria de América, Dios y las distribuidoras cinematográficas a nivel mundial. Estos extraterrestres no necesitarían armas sofisticadas ni rayos superdestructores, tampoco naves gigantescas que ocultan el sol cuando aparecen lentamente por la parte superior de la pantalla dejando un ¡ohhhh! boquiabierto en las caras de los espectadores.

Los bárbaros espaciales por fin habrían conseguido dar con la fórmula para subyugar a los escuetos terrestres sin que éstos fueran capaces de advertirlo, simplemente porque, dentro de su general estupidez y narcisismo, los terrícolas son incapaces de ver al enemigo en otro lugar que no sea la pantalla del cine, entre el fragor de grandes destrucciones -Nueva York, París, Moscú, el Tad Mahal etc.- o en el estrépito de colosales y minuciosas batallas aéreas, mucho menos hablándoles en vivo o conminándoles desde las noticias económicas a entregarse obedientes en cuerpo y alma a sus taimados desmanes y calculados proyectos de conquista.

La estrategia extraterrestre consistiría en hacerse pasar por líderes de organismos financieros y comerciales mundiales y destruir el sistema económico internacional obligando a los terrestres a aceptar sus planes con la excusa de ser inevitables. A los terráqueos de a pie todo lo que no sean supernaves, hombrecillos verdes, Tim Burton y Men in Black no les suena a conquista ni ciencia ficción, como tampoco lo es si Spielberg no está detrás. Tampoco serían los extraterrestres tan estúpidos como para dejarse descubrir mediante algún signo externo que desentonara con la mayoría, alguna comida extravagante o esos alambicados sistemas de ocultación que siempre son descubiertos por casualidad y cuando menos lo esperas. A poco que fueran un poco espabilados la maniobra no necesitaría ser muy portentosa ya que, dada la descarnada simpleza del humano de a pie, bastaría con apoderarse del dinero a nivel mundial para que la generalidad de los terrícolas, tan apegados a lo material, entendieran que aquellos  tipos que acumulaban y disponían de tanto debían de ser muy listos, lo que significaba que, fieles a sus enraizados hábitos gregarios e imitativos, si conseguían emularlos con mucha suerte o lotería podrían participar de algo de su espléndida supremacía. De este modo y en unos pocos años los marcianos se apoderarían y lograrían controlar los máximos organismos económicos internacionales -el Banco Mundial, el FMI, la Organización Internacional de Comercio…- y los principales bancos mundiales imponiendo miedos y draconianas normas de subsistencia general, además de instalar a subalternos más o menos cualificados en puestos políticos, de evidente menor enjundia, con la intención de convencer a los  crédulos votantes de la inexistencia de cualquier otra posibilidad de elección. O ellos o el caos.

El asalto a las haciendas y posesiones de los terrícolas sería tan sistemático y bien diseñado que su totalidad se tragaría el cuento de las elecciones o la patraña de la imparcialidad y libertad de las bolsas de cambio, a las que acudirían prestos con sus patéticas cuatro perras, por si acaso, bajo la amenaza de un desastre económico mundial de proporciones apocalípticas, inclinadas dócilmente sus cabezas y dispuestos a acatar una a una todas las imposiciones que los alienígenas les obligarían a cumplir ocultos tras sus severos y austeros disfraces de líderes económicos mundiales. En un par de décadas el globo estaría completamente conquistado y la población habría regresado a sus orígenes forcejeando en una economía de subsistencia -familiarmente africana- además de perder todos los beneficios y progresos sociales y de igualdad que tras siglos de lucha la parte más avanzada de la humanidad había arañado a los antiguos poderes y el resto aspiraba a conseguir. El resultado final serían nuevos faraones medio desnudos teledirigidos desde el espacio tiranizando a millones de seres humanos esclavizados y sumidos otra vez en una economía del intercambio, ignorantes y supersticiosos, desconfiados, atrasados y ajenos a una pasada “edad de oro” en la que una gran mayoría de desfavorecidos casi llegó a tocar el cielo para voluntariamente ceder ante un enemigo astuto e inteligentemente pertrechado que acabó con sus necios dioses y sus estrechas esperanzas de futuro. Fin.

Esta entrada fue publicada en Uncategorized. Guarda el enlace permanente.

1 Response to Tema para una novela sin éxito

  1. Avatar de Macarena Macarena dice:

    Buen argumento, si no fuera porque si fueran extraterrestres podríamos modificar en parte algunas conclusiones científicas y así cambiar nuestra percepción del mundo, pero no son extraterrestres, son personas que han perdido algo que llamábamos humanidad.
    Gracias por esbozar una sonrisa en mi rostro y te recuerdo que me debes un fragmento de «Has de cambiar tu vida».
    Un beso.

Deja un comentario