A partir del «caballero oscuro»

La última secuela de Batman no deja de ser eso, una secuela, tal vez demasiado larga para mantenerte quieto en la butaca, con un guión con demasiados agujeros, unos malvados vocingleros a veces algo ridículos, alguna que otra pelea repetida e insustancial, antiguos personajes que ahora llegan a resultar cargantes, otros nuevos mal dibujados y una insistente y repetitiva banda sonora de Hans Zimmer que no aporta mucho más a la acción, como si también ella se contagiara de la excesiva duración de la cinta y hubiera momentos en los que únicamente parece encargada de evitar que nos adormezcamos para cuando llegue la mejor parte, probablemente demasiado tarde para volvernos a meter en la película.

Al margen de la película en sí, de sus peleas, explosiones y otras rutinas cinematográficas, hay un par de cuestiones de las que me gustaría hablar y que quizás para muchos por obvias no sean de lo más interesante, pero precisamente por eso lo son: la violencia y el miedo. De la violencia que se muestra en la película pueden obtenerse algunas observaciones que me parecen interesantes. Me refiero a la violencia que paraliza el orden establecido sin destruirlo, una violencia que tiene como feliz consecuencia detener la “inevitable progresión de los acontecimientos” sin que suceda absolutamente nada, sin que afecte a la vida de las personas y a sus quehaceres diarios. El todopoderoso, imparable y autosuficiente mercado -siempre, recuerden, siempre dirigido o manipulado (escojan el verbo que deseen) por personas- es atacado con violencia y su actividad interrumpida -al parecer la única forma de hacerlo-; los especuladores suspenden su fanfarria, dejan de ganar más dinero, se “cagan de miedo” y el mundo, sorprendentemente, no se hunde. La soberbia del poderoso de turno parece que sólo puede detenerse ante la violencia física y su ambición, que no conoce límites y se permite hacer y deshacer sin dar detalles ni entender, sin escuchar ni respetar, sin ayudar o contribuir tiene que contenerse porque la violencia implícita en la que se basa su dominio ha de enfrentarse a lo único que puede detenerla, la violencia real, la violencia de carne y hueso, la de sangre y fuego. Para cuando las cosas vuelven a funcionar la cautela aconseja un “miedo sabio” que recomienda a los tiburones permanecer quietos para seguir ganando antes que interponerse entre los nuevos dueños. Se trata de recoger los infortunados y necesarios cadáveres y volverse a repartir lo que hay con alguno más.

¿Significa eso que la violencia es el único recurso para detener el saqueo general que está causando una economía de estafadores a nivel mundial?

La otra cuestión, el miedo, se manifiesta en forma de parálisis colectiva que inmoviliza a la gente en sus casas porque nadie quiere ser el primero, exige algunas víctimas que pronto serán olvidadas y mantiene al resto a buen recaudo; miedo que también es ignorancia y desconocimiento, miedo que siempre deja el campo libre “a los malos”, a los antiguos y a los nuevos, a quienes apoyados en sus privilegiadas posiciones sin origen dirigían a su antojo y a quienes ahora quieren dirigir “por cojones”; un miedo limpio, dócil y pacífico que aclara el terreno para que los que antes controlaban el poder -o el mercado- sigan teniéndolo con mayores beneficios. Cuando la pausa se evapora todo vuelve a continuar igual. Un miedo que además es cobardía y mezquindad, envidia mal disimulada, fracaso y autocompasión y sirve para derogar la voluntad de las personas -un miedo también útil que tiene la facultad de inventar algunos breves héroes que pronto son eliminados para mayor gloria de la nada-. Ese miedo no es una causa activa, ese miedo provoca demora y omisión por abandono, porque la única amenaza importante es la que se basa en el temor a actuar, en el me escondo por si a mí me toca o qué otros se muevan o hagan mientras yo permanezco quieto aguardando los acontecimientos, si fracasan ya lo sabía, si tienen éxito, bueno, yo en el fondo estaba con ellos, pero tenía otras cosas también importantes que requerían mi atención…

¿Significa eso que nuevamente el miedo es la única piedra en la que se apoya el saqueo general que está produciendo una economía de estafadores a nivel mundial?

Y otra pregunta a partir de lo dicho ¿después de siglos de historia, todavía es la violencia la única forma de detener un desastroso y absurdo desarrollo económico que no tiene en cuenta a las personas? ¿Siempre la violencia? ¿Creemos en algo más?

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