Asturias y Grecia

Asturias y Grecia pueden ser los ejemplos de todo y de nada, de lo mejor y de lo peor, dos situaciones similares en las que las virtudes y los defectos del sistema democrático dan lugar, o están a punto de hacerlo, a parálisis administrativas que no se si atribuir a la desidia de la ciudadanía o al fracaso general que nos invade, tanto a políticos -como ya viene siendo habitual- como a ciudadanos.

Cualquier grupo, comunidad, asociación o empresa obliga por principio a sus integrantes a sentarse, valorar y discutir unas normas generales de organización y trabajo que teniendo como objetivo el beneficio de la sociedad permitan el buen funcionamiento y el futuro éxito de la misma, regulando tanto su presente como su porvenir y permitiendo, llegado el caso, modificarlas, mejorarlas o sustituirlas si la voluntad general de sus integrantes así lo desea. En los sistemas democráticos occidentales afortunadamente existen una serie de normas que permiten al mismo seguir funcionando mientras se renuevan sus principales óganos administrativos o de dirección. Entonces, ¿como puede permitir el ciudadano que después de dos elecciones con cargo al erario público Asturias siga parada desde hace un año y en Grecia se amenace a sus ciudadanos con unas nuevas elecciones, también pagadas con dinero público, porque los elegidos en las últimas son incapaces de ponerse de acuerdo? Si los elegidos no son capaces de llegar a acuerdos de gobierno sencillamente se les hace dimitir a todos en conjunto y desaparecer de la arena política, su egoísmo y palpable incompetencia no necesita de más oportunidades. El sistema seguirá funcionando mientras se renuevan completamente los aspirantes con la, no se si vana, esperanza de que los nuevos elegidos sean capaces de ponerse de acuerdo, si tampoco son capaces, de nuevo todos a la calle. La política es una actividad voluntaria, no una obligación, aunque desgraciadamente es de conocimiento general que de la política acaba viviendo quien no vale para otra cosa.

Pero, ya que en la actualidad no existen diferencias entre las antiguamente llamadas izquierdas y derechas a la hora de gobernar para los mercados ¿por que los elegidos no son capaces de ponerse de acuerdo si supuestamente todos deberían preocuparse y trabajar por lo que es mejor para la ciudadanía en su conjunto? ¿tan difícil es trazar líneas generales de trabajo en beneficio público general? o ¿es que a los elegidos les importan un pepino los ciudadanos y sólo piensan, como buenos perros de sus amos, en su propio estómago, en seguir viviendo a costa del dinero público, malversando, dejándose sobornar, enriqueciéndose… -piensen lo que deseen-? Probablemente estos mismos en una empresa privada no tendrían tantos escrúpulos a la hora de tener que ponerse de acuerdo, no les quedaría más remedio que atenerse a la norma del beneficio general, de lo contrario estarían de patitas en la calle. ¿Por qué no puede suceder de ese modo en política? ¿por qué hay que aguantar a codiciosos, ineptos e incompetentes que fuera de un puesto público no tendrían dónde caerse muertos?

Pero desgraciadamente eso no es lo peor de todo, lo peor es ¿en qué piensa la ciudadanía que sigue votándolos una y otra vez sin largarlos definitivamente? A los ciudadanos sólo nos queda el voto, y mientras no desaparezca o nos lo arrebaten definitivamente exigiremos votar y votar hasta que los aspirantes nos satisfagan o por lo menos sean capaces de dejar su codicia a un lado y se obliguen a gobernar en común para la mayoría de los ciudadanos. ¿O es que los ciudadanos somos masoquistas? ¿Estúpidos? ¿Vamos a permitir que se pierda lo poco que nos queda?

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