Profetas

Asistir al concierto de un artista que se mueve en las antípodas de la música que sueles escuchar y con el que no te identificas no deja de ser una curiosidad que no tiene por qué salir bien. Se trata de otra cosa. Y ver en el escenario a un paisano del que has oído más cosas malas que buenas, comentarios despectivos y denigrantes, acusaciones de estúpido y arrogante, además de todo tipo de desprecios no es como para echar cohetes. Pero, siempre hay un pero, ver un directo como el que este hombre es capaz de poner en juego te obliga a unos puntos suspensivos que necesariamente hay que llenar. Primero, dejando a un lado todo lo oído y admitiendo que alguien capaz de mostrarse tan sincero, directo y cercano con su público sobre un escenario es alguien que hace bien las cosas, y eso en los tiempos que corren ya es mucho; estamos cansados de soportar a supuestos artistas que cuando tienen que subirse a un escenario lo hacen temiéndolo tanto como despreciándolo, sobre toda a esa multitud que no deja de pedirte más y que, desgraciada o afortunadamente, es a quien debes lo que eres, o crees ser. Y como segundo, aunque no sea necesario y sí mucho más importante, congregar en dos días a más de quince mil personas con un espectáculo y una producción de primera línea en un pueblo de treinta mil habitantes son palabras mayores.

Es la música que es y son los tiempos que corren, y probablemente más de un “auténtico” dedicado a la música pagaría por llenar como este hombre lo hizo. Y no valen excusas de modas, redes sociales, apoyos de grandes multinacionales, negocios millonarios para otros, etc. Qué mala es la envidia, da igual si en el pueblo y entre los tuyos o cuando has sido capaz de hacerte un hueco entre los que, siempre según quienes lo ven y te ven con esa misma envidia, no daban un duro por ti. Se trata de la palmaria realidad de los hechos, luego podrá discutirse sobre lo que uno le apetezca o tenga tiempo, pero el sol volverá a salir al día siguiente y lo que sucedió sigue ahí, luciendo los mismos números. ¿Y el futuro? La obligada y tramposa pregunta por parte de aquellos que gustan predecir las caídas -de otros- porque se empecinan en no dar su brazo a torcer… Pero qué significa el futuro cuando los esfuerzos para lograr lo que ahora tienes y disfrutas han dado resultado; absolutamente nadie se dedica a llorar por lo que estás tocando con las manos, en todo caso de alegría.

Si este hombre cantara en inglés y se trasladara a vivir a “yanquilandia” -sería interesante e ilustrativo preguntarle, por ejemplo, a Rosalía el por qué- probablemente su carrera cambiaría sustancialmente; sus letras no difieren del personaje en cuanto a sinceridad e intenciones. Porque creo que a todos nos sorprendió la primera vez que traducimos al castellano las letras de nuestros artistas y canciones preferidas, muchas de auténtica vergüenza ajena en cuanto a simpleza y contenido, pero era la música lo que más nos interesaba, nos conformábamos. Como probablemente y de residir fuera aspiraría a los premios más prestigiosos de la música internacional, pero de momento él prefiere permanecer aquí, en su pueblo y entre su gente, algo que no deja de ser tan curioso como aventurado en el resbaladizo mundo en el que se mueve, además de contradecir de forma flagrante aquello de que nadie es profeta en su tierra. Pero así están las cosas, y es de justicia que de seguir mostrándose tal cual es y haciendo y cumpliendo lo que él mismo ha elegido, tanto para él como para los suyos, además de ser capaz de renovar los éxitos que ahora mismo lo encumbran, se convertiría en un ejemplo de eso que nos gusta llamar auténtico. Pero esa parte todavía está por ver.

Así que, puede ser que la próxima vez que me pregunten de donde soy y conteste tenga que oír, ¡anda! del pueblo de Dani Fernández.

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