Habían vuelto a quedar sin que en el fondo a ninguno de ellos le apeteciera, pero era peor el desasosiego de la soledad, daba igual si acompañada, que soportar a los otros. Convivir con la pareja ya costaba lo suyo, costaba hasta hablar porque últimamente ya no sabías como caerían tus palabras en la otra parte, por lo que era mejor permanecer callado, a costa incluso de preguntas sin respuesta, porque no las había. Llega un momento en el que las relaciones se apoyan en la sola presencia, no hacen falta planes ni proyectos comunes, ni a largo ni a corto plazo, solo estar.
También es cierto que esa era su opinión, no sabía qué pensaba el resto pero, si creía conocerlos, no andarían muy lejos, a fin de cuentas no eran tan diferentes y después de tantos años, da igual si familia o no, lo que no se había dicho entre ellos estaba pensado y sabido. Que la prudencia sujetara la lengua no era ni bueno ni malo, en cualquier caso bueno, evitaba conflictos innecesarios cuando ya suele ser tarde o simplemente no interesa.
El restaurante era el mismo, por supuesto, en eso también estaban de acuerdo, coincidían en que los experimentos no merecen la pena, se trata de comer bien y pasar un rato juntos, no de hacer el capullo mirando de reojo la cuenta porque siempre será mucho; mejor si te invitan. Los Luises venían con conversación, y a juzgar por sus caras parecía importante. ─ Escuchad lo que dice este.
Miradas expectantes, sin palabras. ─ Que se ha follado a la mujer de su jefe.
Fin de la expectación y vuelta a una más bien indiferente normalidad. ─ ¿Qué os pasa? ¿Lo sabíais?
─ Luis, siempre llegas tarde a las noticias.
─ ¡No jodas! Eso es más que una noticia.
─ Como que tampoco sabes que se ha follado a nuestras mujeres, a todas, una a una.
Luis no contestó, ni le cambió el aspecto, no le dio tiempo; sí a pensar, había oído bien, lo que significaba que también a Inés. Pero eso no podía ser.
─ Si, también a Inés. Aunque también te diría que probablemente han sido nuestras mujeres las que se han follado a Luis.
Luis no articulaba palabra. ─ ¿De qué te extrañas? Es el que mejor aspecto tiene de nosotros. Siempre hemos dicho que se follaría a quien quisiera. Y quien teniendo a mano a alguien así no le pide un favor.
El resto permanecía callado, ni siquiera atento, observando de reojo a Luis, que a pesar de los años seguía sin bajar de la luna. ─ ¿En qué mundo vives Luis? Los años pasan y las oportunidades también, solo hay que aprovecharlas antes de que sea tarde. O es que ahora te vas a cabrear, todo queda entre amigos. No vamos a comportarnos como en esa película de Alex de la Iglesia en la que cuatro parejas de capullos casi se dan de hostias porque algunos se habían acostado con algunas.
─ Unos lo sabemos de primera mano y a otros les tocó cabrearse cuando lo supieron. Pero después del sofocón inicial nada; la cuestión quedo bien explicada, no había más, era lo que era y punto. Es cierto que las cosas ya no fueron igual con nuestras respectivas, supongo ¿o sí? -mirada general que no recibe respuesta- pero ya ves, aquí seguimos.
Luis miraba uno a uno a sus amigos sin todavía comprender, a Inés la dejaba para luego. La hipotética humillación por lo que vulgarmente se considera ser coronado por tu mujer aún no había cuajado en él, estaba en ello. ─ Me estáis tomando el pelo.
Sonrisa general, imposible tomarse a broma porque cuando Carlos permanecía callado y junto a los demás había lo que había. Carlos no solía bromear sobre ciertas cosas, quizás por eso confiaba en él más que en ninguno.
─ Ellas eligieron a este cabrón porque también les gusta. Y qué más da quién fue primero, quién tiró la primera piedra, una vez que aceptas ya está todo dicho. Luis es presa fácil y nuestras mujeres posiblemente ya están un poco hartas de nosotros, nos conocen casi como si nos hubieran parido. Fin de la historia
Ahora era Inés la que ocupaba su cabeza. No estaba enfadado con Luis, de momento, aunque no sabía sí debería estarlo, al parecer lo sucedido no tenía remedio. Demasiado complicado, demasiada información que procesar en tan poco tiempo. Aunque en el fondo intuía que aquella, no sabía si noticia, traición o tremenda revelación le costaría más de una noche de insomnio.
─ La mujer de su jefe ha hecho lo que todas, aprovechar su oportunidad, el problema es que su jefe no somos nosotros y probablemente no se lo tome del mismo modo. Hasta puede ponerlo de patitas en la calle.
Luis sonreía ante sus amigos. ─ Ya ¿Qué le voy a hacer?
─ No ser tan cabrón. Míralo, que mosquita muerta, pobrecito, los demás hartos de buscarnos la vida y sin saber dónde meter mano, ni atrevernos, y él sin tiempo para parar.
─ ¿Lo sabe Clara?
Luis dejó de sonreír. ─ Así que no lo sabe, eso sí que es una sorpresa. ¿Cuándo piensas decírselo? Espero que sea tan comprensiva como nosotros.
─ Venga, sentaos. No hay nada que solucionar. ¿Qué comemos hoy?