Ruptura

Vivimos, y en esa simple y esencial actividad practicamos un permanente y renovado presente por y en cada uno de los momentos de un tiempo que hemos inventado nosotros mismos, o, si nos gusta decirlo de otro modo, estamos y somos vivos -que cada cual lo ordene como guste-, aquí. Semejante obviedad, para todos tan natural y evidente, es difícil de plasmar en palabras, probablemente porque el lenguaje, siendo también otra invención nuestra, solo en ocasiones logra expresar la infinitud de sensaciones inconscientes y conscientes que significa estar vivo, o tal vez sea solo una.

Pero llega un momento en el que, por cualquier azar o circunstancia, esa vida física se interrumpe, sucede una ruptura que de pronto deja vivir en suspenso, se rompe una continuidad inconscientemente asumida que nos deja abandonados y sin saber qué, cómo, dónde o por qué, preguntas que de inmediato pueblan nuestra cabeza y que nada tienen que ver con vivir, son posteriores.

Una primera impresión, quizás la única, podría ser ¿esto? ¿qué sucede? porque en esos momentos se es más presente que nunca, físico e incomprensible; desconocemos cómo o qué preguntar por esa detención porque la sentimos como algo tan vital que incluso sentirlo llega a ser secundario.

No hay más porque es todo, también nada en su simple y radical presente, ni siquiera llega a interrupción; una ruptura fisiológica en la que no existe el segundo siguiente, ni futuro ni horizonte, una detención, ni siquiera un impasse.

La importancia de tal ruptura solo puede sentirse, el antes ha dejado de existir, incluso de tener valor, después se trata de una utopía. No es cuestión de pensamientos o reflexiones humanas, no hay más, se trata de la pura vida.

Esta entrada fue publicada en Uncategorized. Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario