Miran, aguardan a que el camión comience su tarea sin pronunciar palabra, envueltos por la niebla y el frio que a esta hora todavía no aprieta, hoy tampoco descenderán mucho más las temperaturas; y cuando las primeras lentejas caen al suelo el más alto no se detiene en ellas, no puede distinguirlas en parte porque no son los restos del transporte esperado en un vehículo de esa categoría, podría haber sido cualquier otra cosa, pero el más pequeño sí, por eso, curioso, se agacha y coge un pequeño puñado con su mano mostrándoselas al más alto… ─- ¡Lentejas!… ─ Es verdad… Las vuelve a tirar al suelo al tiempo que se dirigirse a su acompañante ocasional. ─ Cuando era pequeño esto no pasaba, nadie dejaba unas lentejas, eran necesarias para vivir… hoy no. Si mi madre me viera… ─ Es cierto, cómo han cambiado las cosas.
Es el pistoletazo de salida, el inicio de toda una declaración que ninguno de los dos hubiera previsto unos segundos antes si alguien lo hubiera preguntado. En su rudimentario y conciso castellano el más bajo se lanza a una especie de monólogo escoltado por los comentarios y gestos de aprobación, que afianzan aún más sus convicciones, de quien en aquel momento ya se ha convertido en oyente. ─…trabajo, y trabajo mucho, estas fiestas apenas descansaré porque si descanso no cobro; trabajo aquí desde hace tiempo pero mi empresa no es de las más generosas, tenemos el peor convenio de la zona y siguen faltando camioneros para tanto como hay. En el pueblo de mi empresa hay más camiones que habitantes, mi jefe gana miles mientras que nosotros llegamos justos a final de mes; y si pudiera ganaría más. Pero a pesar de todo yo estoy a gusto, me gusta España, España es bonita, ya llevo mucho tiempo aquí, mis hijos son españoles, el mayor tiene 12 años… lo que pasa es que no le gusta estudiar… yo le digo que estudie y él no hace caso… no sabe lo que cuesta lo que tiene; se creen que por el hecho de vivir tienen derecho a pedir y disponer sin preguntarse cómo o por qué. En mi país, en Rumanía, también se quiere vivir así pero aquello no es esto. A veces le digo a mi hijo que le voy a mandar una temporada con mis familiares, que viva con lo que tienen allí, para que aprenda lo que cuesta, aunque tenga que enviarle el dinero de la comida a mi familia… a ver si se da cuenta de que las cosas no vienen caídas del cielo. Porque aquí hay trabajo, aunque luego vienen emigrantes que no quieren trabajar y complican las cosas porque exigen de todo… no me gustan, me da igual que sean negros o de mi país, viene gente mala a aprovecharse de esto, y esa gente no cambia porque lo lleva en la sangre, y cuando lo llevas en la sangre no puedes evitarlo, llega un momento en el que, si no piensas y dejas que la sangre haga por ti, lo echas todo a perder, porque en el fondo tú eres ya así, la gente no cambia, es como es… Incluso los amigos, cuando te abrazan miran a tu mujer y, cuando tú no estás, le regalan una flor y ella se va con él; porque a las mujeres solo les gusta el dinero y las flores… y yo trabajo… a veces compro una flor… pero una flor no es de verdad… es para las mujeres, que se vuelven locas cuando les regalan… por eso es mejor vivir solo con la familia y trabajar para que podamos vivir bien. Como hizo mi abuela, que sacó adelante a siete hijos… ella sola… mi abuelo había muerto… pero los alemanes eran buenos, eran educados, les gustaban los niños, no les hacían daño, lo que pasaba es que ponían de jefes a los peores, los que mandaban, y el resto, que eran buenas personas, no tenían más remedio que obedecer porque si no también les mataban a ellos y a sus familias… se portaban bien. Es cierto que hicieron lo que hicieron con los judíos… y la guerra… pero muchos lo hacían obligados, de hecho hubo alemanes se quedaron a vivir en Rumanía porque la gente no los consideraba malos, los malos eran los jefes. Los que si eran malos eran los rusos, esos mataban por matar, son lo peor que hay, se emborrachaban y mataban, mataban todo lo que se movía; mi pueblo está muy cerca de la frontera rusa… y la gente les tenía mucho miedo, porque te torturaban; cuando te arrancan las uñas una a una les dices lo que quieran, porque los héroes solo salen en las películas, si tienes que proteger y cuidar de tu familia haces lo que sea. A mi abuela los rusos no la dejaron, llegaron cuando estaba sola con sus siete hijos y una vaca de la que vivían… y mi abuela les suplicó a los rusos que le dejaran la vaca, para no morirse de hambre, pero los rusos se reían, y uno de ellos sacó una pistola y mató a la vaca de un tiro en la cabeza… allí mismo, delante de mi madre y sus seis hermanos… y mi abuela tuvo que criar a sus siete hijos sola…
El pequeño hombre de ojos azules, apenas uno setenta, unos cuarenta años y de complexión fuerte -practicó el boxeo en su juventud-, habla y habla hasta que el tiempo del siguiente transporte le devuelve al presente, toca recoger y ponerse en marcha, sin apenas tiempo para decir adiós… hasta la siguiente interrupción o descanso…