El gorila

Han sido muchos los que se han tomado la molestia de echarle un vistazo al mal video del niño y el gorila, algunos buscando algo más con lo que alarmarse en su razón de escuadra y cartabón, otros suspirando en el fondo con una tragedia ejemplar como castigo para padres tan despreocupados; muchos más por simple curiosidad, o de oídas. Ha habido quienes han justificado la caída aduciendo que hoy en día los niños son incontrolables (?). También están quienes siempre consideran insuficientes las medidas de seguridad, o la falta de vigilancia, etc. etc.; es decir, para todos los gustos. Tampoco nadie sabe con certeza cómo una criatura se cae desde casi cinco metros de altura y sigue vivo en el suelo… los huesos blandos de los niños, que dicen.

Lo que es más fácil de entender es que un gorila se comporte como lo que es, un gorila, probablemente entre perplejo y aburrido, ante la novedad de una criatura tan tierna al alcance de sus enormes manos; quizás curioso y sin saber muy bien qué hacer con aquel retoño de una especie tan cercana biológicamente a la suya. Sin embargo, los humanos suelen ser más previsibles a la hora de conducirse como humanos típicos, gritan mucho y alto visiblemente alarmados, trayendo y llevando de paso a Dios en sus repetitivas exclamaciones pero sin moverse del sitio; tampoco aparecen de la nada héroes dispuestos a salvar la vida de la criatura y poner la suya en peligro, por aquello de hallarse ante un espécimen tan grande y supuestamente amenazador -¡ah! el cine y su enaltecedora pero mentirosa imagen de la especie humana, hoy en día no hay nada de extraño o disparatado en dudar si alguna vez hubo hombres capaces de dar la vida por sus semejantes; la especie ha empeorado mucho. En cambio es más cómodo y seguro echar mano del teléfono móvil para grabar al detalle lo que sucede allí abajo mientras se calcula el tiempo que vamos a tardar en “colgar” las imágenes en la red, incluso cabe la posibilidad de retenerlas y luego venderlas como primicia… pero alguien se puede adelantar y pisarme la exclusiva -interesante disyuntiva.

Así que todos asisten falsamente afectados, alarmados y expectantes a la espera del siguiente paso del gorila. Es cierto que los animales no suelen ser tan estúpidamente humanos como los humanos y actúan como más o menos lo haría cualquier otra criatura de la misma especie, circunstancia que hacía que cualquier movimiento o intento por parte del animal provocara una oleada de gritos y comentarios; para algunos se mascaba la tragedia, era cuestión de minutos y seguían allí, luego podrían contarlo.

La dirección del zoológico pasó inmediatamente a la acción, por supuesto, y por la vía rápida; nada de alejar a la gente, tranquilizar el escenario y buscar una solución menos drástica. Y como el peligro era evidente -no había más que comparar los tamaños de uno y otro-, se opta por la solución más directa, en lugar de salvar al bebé se mata al gorila, y el gorila, que seguía sin saber qué hacía allí, tan lejos de su ambiente y de los de su especie, frustrado y deprimido en una soledad impuesta, paga con su vida la estupidez de una especie que se dice superior y que todavía no ha entendido cuál es su lugar en este planeta, cosa que sí han sabido siempre los gorilas.

 

Esta entrada fue publicada en Sociedad. Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario