Juego de Tronos (y 2)

En este filón de series que ahora ha descubierto la televisión hay para todos los gustos, pero partiendo de la base de que uno no puede verlas todas, so pena de no hacer otra cosa -y algunas cuestan dinero-, sólo queda elegir bien y que no te tomen el pelo. Cuentan que el guionista o guionistas de Perdidos perdieron el norte o la cabeza al no saber qué inventar con tal de alargar la serie y retener al personal, para entonces la mayoría de la audiencia tenía perdida la propia porque ignoraban o habían olvidado de qué iba aquello.

No sé si con Juego de Tronos las cosas se repetirán o irán a peor, o mejorarán, siempre es buena la esperanza cuando uno ha invertido su tiempo en ello. Aunque mucho me temo que la idea está tocada y puede que ya casi agotada, por lo que sólo queda perpetuarse a costa de lo que sea, perdón, a costa del mayor número de maldades posibles. Se trata de inventar cualquier cosa que pueda justificar el insufrible rosario de tiempos muertos que son algunos capítulos, una sucesión de imágenes en las que no sucede nada de interés o se deja caer alguna que otra información presuntamente relevante que se autodestruye en la nada a los cinco segundos, todo ello bien sazonado con unos diálogos huecos que no conducen a ningún sitio; o tocan oscuras secuencias de bajo presupuesto adornadas con relleno digital que te dejan tal cual.

Y así sucesivamente hasta llegar a un punto en el que la expectación del personal alcanza el máximo, casi a punto de estallar -en el siguiente capítulo por fin tiene que pasar algo-; si uno no ha desertado antes. Porque el telespectador adicto, siempre dispuesto a lo más sorprendente o inverosímil, no se da por vencido con facilidad, inventa y ve allí dónde nada hay y en su truculento interior desea que cualquier personaje pueda decir digo donde dijo Diego sin que nadie se rasgue las vestiduras, ¡qué satisfacción! ¡los seres humanos pueden ser tan malvados y retorcidos! Poco más, de continuar por los mismos e insulsos derroteros la serie acabará muriendo asfixiada entre disputas de seguidores, a cual más auténtico o enfebrecido, pugnando por las potenciales migajas del olvido.

No deberíamos olvidar que la visualización de una película o una serie televisiva es un fin en sí misma, es el hecho de verlas lo que las justifica, y si con ello uno ha disfrutado o se ha aburrido como una ostra; el resto, los foros, las discusiones en la Red, las opiniones de frikis y expertos inventados o de última hora, los puntos de vista y las supuestas dificultades de técnicos y demás fauna, el rodaje de escenas, las expertas opiniones sobre lo que quieren decir los personajes a cargo de psicólogos de bar o las pretenciosas y forzadas emisiones y programas traídos de cualquier modo para que la atención no decaiga nunca merecerán la pena, no ayudan, enmascaran e intentan poner allí donde no hay.

Bueno, si no tenemos nada mejor que hacer intentémoslo de nuevo, igual el próximo capítulo o temporada son la hostia en cuanto a muerte y destrucción.

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