Hace poco me tropecé con los resultados de una de las numerosas encuestas, estudios de campo, experimentos interesados o sociología de calle de la que tanto abunda hoy día, en la que se les preguntaba a niños en edad escolar, ignoro las edades, que respondieran a la pregunta de qué querían ser cuando fueran mayores, y las respuestas se concretaban esclarecedoramente en tan sólo dos, los niños querían ser futbolistas y las niñas maestras. Esto puede no significar nada o todo lo que ustedes quieran, la persistencia de una educación y conductas machistas que creíamos desaparecidas, típica y masculina pereza mental, capacidad de sacrificio y dedicación en las niñas, egoísmo puro y duro, interés por los demás, solidaridad y deseo de ayudar, simpleza machista, sueños de fama, fanfarronería y pura codicia; la valoración del esfuerzo y la cultura basada en aquel como algo importante en la vida o el mondo y lirondo desprecio hacia la educación, ergo la única aspiración es ¡viva la virgen! la fiesta y el cachondeo. Pero, en cualquier caso, la mera diferencia entre ellos y ellas era tan significativa a la hora de valorar sus ilusiones más elementales que dan miedo y grima que el futuro de este país tenga las alas tan cortas y desmochadas -lo de desmochadas es por el desprestigio que siempre ha tenido la educación por estos lares, antes y sobre todo ahora tal y como lo fomenta el gobierno-. No sé si habría entre ellos sueños de futuros músicos, científicos, bailarines, investigadores, artistas etc., todas esas actividades tan humanas que marcan la diferencia respecto a los animales elevando al hombre al puesto que actualmente ocupa sobre la tierra.
En un mundo de hombres hecho a base de guerras el fútbol es lo más parecido a un enfrentamiento bélico sustentado por un rancio y decimonónico orgullo nacionalista que todavía subsiste, tal vez por ello los niños -asesorados probable e interesadamente por los padres, que ya andarán pensando en el dinero de su jubilación, a fin de cuentas y en los tiempos que corren un hijo no deja de ser una inversión- eligen con palmaria insulsez lo más sencillo, comenzar a patear un balón a ver si… Las niñas, entre el desapego y el desinterés por la competencia física -de la que, enfrentadas a los chicos, siempre saldrían como perdedoras- eligen, quizás también influenciadas por el monopolio de la educación infantil que actualmente ostentan las mujeres, insistir en el gobierno de las cabecitas, elección de la que ignoro qué porcentaje correspondería al sacrosanto instinto maternal; queda saber si su intención es la de, por fin, intentar darle la vuelta a la tortilla y conseguir un mundo más humano y equitativo… O inevitablemente y para justificar las elecciones hay que volver a echar mano de la pesada losa que constituyen los medios de comunicación con su imposición y mantenimiento de roles de género consumistas interesados.
…
Mientras escribo estas letras y a partir de diferencias tan llamativas entre las predilecciones de niños y niñas, se me ocurre que algunas o muchas de las personas homosexuales amigas y amigos nuestros o que ustedes y yo conocemos lo son por una cuestión de complejidad de género. Intento explicarme, para un hombre es más fácil relacionarse con una cabeza tan simple como la suya antes que gastar su tiempo en explorar e intentar descubrir los caminos y secretos del placer en la cabeza de una mujer -excepto si se trata de pavonearse ante los amigotes de su maestría en las lides sexuales-; y al mismo tiempo a una mujer podría serle mucho más interesante relacionarse con otra mujer que supiera de las complejidades y matices del propio sexo antes que tener que bregar con obviedades como esto es lo que hay, aquí y ahora, borrico grande ande o no ande… Me estoy riendo, no sé si por el disparate que acabo de escribir o porque, a medida que sigo pensándolo, me parece una conclusión no tan precipitada.