Apunte

Hablando de esta civilización occidental que parece ir a la cabeza del mundo, depredadora, tecnológica y económicamente, por la que todos suspiran, para bien o para mal, y en la que las novedades exclusivamente humanas se cuentan como retrocesos, no resulta difícil destapar la gran operación que a nivel mundial intenta lobotomizar la conciencia social colectiva para llevar a la humanidad a los tiempos feudales. Hoy, la primera y última palabra acerca del hombre la tienen religiones arcaicas originarias de sociedades primitivas -en algunos casos libros como la Biblia han pasado a ser referencia científica de cabecera-, y es tal el desinterés general por la educación que muchos niños creen sinceramente que en la actualidad es posible ver y admirar dinosaurios como los que salen en los documentales de “la tele”, parques temáticos donde se les puede dar de comer. La población vive desorientada suspirando por un líder que piense y actúe por todos, disipe la angustia y evite la mínima preocupación; en su tremendo despiste la gente necesita superhéroes cinematográficos que luchen por ellos contra malvados poderosos que, para evitar preguntas incómodas, preferiblemente vienen de otros mundos, se entretiene con superdioses descerebrados y caprichosos, tan humanos como simples que, como norma de conducta, gustan hacer de su capa un sayo; disfrutan con superbatallas en las que el bien y el mal -puerilmente expuestos- clarifican y certifican el más elemental sustrato moral de los espectadores, además de concentrarse a la orden en grandes eventos y “batallas” deportivas que funcionan como pegamento emocional, nacen y existen muertas porque lo que ofrecen es humo intrascendente que se evapora al segundo siguiente de hacerse visible dejando una ansiedad colectiva que se autoalimenta únicamente de expectativas siempre huecas. Como en toda contienda dirigida son los más avispados y mejor situados los que sacan tajada, dejando al resto del personal sin saber qué hacer con sus propias vidas, a qué carta quedarse o dónde refugiarse. En este caos interesado crecen las casas de apuestas y los juegos de azar -en directo u on line-, ofreciéndole al ciudadano lo único que parece tener algo de consistencia para él, el dinero fácil que promete la suerte.

Descartada la parte mayoritaria de la población, minusvalorada o tratada directamente como subnormal, hoy luchan ejércitos de mercenarios sin patria ni bandera en un campo de batalla cínicamente delimitado por todos los gobiernos y organismos internacionales que, como en la más oscura Edad Media, toman subrepticiamente partido por el bando que más y mejor llene sus bolsas.

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